Cartas al director

Nuevas corrupciones

No deja de sorprenderme el optimismo final del artículo de opinión de Santos Juliá Vieja corrupción en su diario con fecha del 14 de junio de 1989. Si bien coincidimos en lo fundamental, a saber, que el sistema de redes clientelares es un mal endémico del Estado español del siglo XIX, del que en su tiempo Costa dio constancia y repulsa, y también del siglo XX, incluidos los años de la actual democracia, no creo que sea motivo para aplicar tan a la ligera el argumento de la modernización (racionalización) de la política y de la Administración del Estado para pretender vislumbrar una sali...

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No deja de sorprenderme el optimismo final del artículo de opinión de Santos Juliá Vieja corrupción en su diario con fecha del 14 de junio de 1989. Si bien coincidimos en lo fundamental, a saber, que el sistema de redes clientelares es un mal endémico del Estado español del siglo XIX, del que en su tiempo Costa dio constancia y repulsa, y también del siglo XX, incluidos los años de la actual democracia, no creo que sea motivo para aplicar tan a la ligera el argumento de la modernización (racionalización) de la política y de la Administración del Estado para pretender vislumbrar una salida a esta "vieja corrupción".Por un lado, dicha racionalización de la política no es un proceso homogéneo en todo el Estado español; por otro, actúan elementos desde la propia democracia de partidos que coadyuvan a la permanencia de las redes clientelares... pero con nueva forma. Brevemente, en regiones de economía dependiente, por ejemplo desde donde escribo, los recursos públicos se convierten en básicos para la propia marcha de las actividades económicas y sociales. En este caldo de cultivo la estructura política clientelar en las administraciones intermedias no sólo pervive sino que prospera a través de los líderes regionales y locales de los propios partidos políticos de masas con el consiguiente reforzamiento de éstos en el poder y con la no menos importante consecuencia de ahondar en la fragmentación de la sociedad en una multitud de competidores individuales por esos escasos recursos públicos centralizados.

Así pues, la pescadilla parece de nuevo morderse la cola y hay motivos suficientes, creo, para moderar un optimismo ante un fenómeno que se metamorfosea para sobrevivir.-

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