Tribuna:

Colores

Cercano ya el 15-J, me escriben algunos grupos sin dinero para grandes campañas. Los de la Lista Verde, por ejemplo, ecologistas de antiguo pedigrí: no hay que confundirles con el Partido Verde, antiabortista y de derechas, ni con los Verdes Ecologistas, próximos a la secta La Comunidad. O los de Vota Rosa, homosexuales en reivindicación de sus derechos que apoyan las opciones más concienciadas al respecto: Izquierda Unida, Bandrés y Garaikoetxea. Son colores que representan luchas cotidianas, el color de la vida misma y de la calle.Cada vez que se acercan unas elecciones me entra un hormigueo...

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Cercano ya el 15-J, me escriben algunos grupos sin dinero para grandes campañas. Los de la Lista Verde, por ejemplo, ecologistas de antiguo pedigrí: no hay que confundirles con el Partido Verde, antiabortista y de derechas, ni con los Verdes Ecologistas, próximos a la secta La Comunidad. O los de Vota Rosa, homosexuales en reivindicación de sus derechos que apoyan las opciones más concienciadas al respecto: Izquierda Unida, Bandrés y Garaikoetxea. Son colores que representan luchas cotidianas, el color de la vida misma y de la calle.Cada vez que se acercan unas elecciones me entra un hormigueo bajo las uñas, una avidez votante. Ya sé que el sistema democrático es una convención y que mi voto no cambiará el rotar del mundo. Pero es uno de los pocos juegos colectivos a los que tengo acceso. Con ese desprecio subconsciente por lo político que se nos inculcó en la dictadura, las gentes se hacen hoy lenguas sobre la turbia insustancialidad de los partidos. Resulta bastante sospechoso que quienes más se llenan la boca hablando de la corrupción de los políticos, de que "todos son iguales" y unos maulas, sean precisamente ciudadanos de talante conservador y señorial. Gentes de fuste que adoran a esos: grandes empresarios que andan tirando de chequera para sobornar a todo quisque. No acabo de comprender por qué los magnates corruptores conservan en este país un prestigio intacto, mientras que las víctimas de sus tentaciones son entregadas al apaleo público. Y, sin embargo, hay políticos que se resisten. No todos son iguales.

El totalitarismo consiste precisamente en eso, en dibujar un mundo en blanco y negro, sin matices. Pero la realidad está llena de colores: del verde al rosa con un sinfín de tonos intermedios. Sólo hay que saber mirar. Y cultivar la diferencia con ese gesto mínimo, a medias entre lo testimonial y lo emblemático, de marcar un papelucho ante una urna.

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