Tribuna:

Mercado

El precio son 100 kilos. Ya lo habrán visto ustedes en el torrente de denuncias sobre supuestas corrupciones en el que estamos chapoteando últimamente. En Cantabria o en Madrid, con Mengano o con Zutano: la cifra del soborno siempre resulta ser la misma, 100 millones. Admirable coincidencia choricera que te hace pensar en lo peor; a saber: que esa cantidad ya ha sido probada y consensuada en múltiples transacciones anteriores. Que es el precio del mercado, el precio justo de un diputado autónomo con 16 cilindros, cinco puertas y frenos hidráulicos a las cuatro ruedas. Una ganga.Dentro del puro...

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El precio son 100 kilos. Ya lo habrán visto ustedes en el torrente de denuncias sobre supuestas corrupciones en el que estamos chapoteando últimamente. En Cantabria o en Madrid, con Mengano o con Zutano: la cifra del soborno siempre resulta ser la misma, 100 millones. Admirable coincidencia choricera que te hace pensar en lo peor; a saber: que esa cantidad ya ha sido probada y consensuada en múltiples transacciones anteriores. Que es el precio del mercado, el precio justo de un diputado autónomo con 16 cilindros, cinco puertas y frenos hidráulicos a las cuatro ruedas. Una ganga.Dentro del puro asombro que es todo este asunto, a medio camino entre el Watergate y la trata de pollinos, hay varias menudencias que resultan especialmente sorprendentes. Por ejemplo, la afición que nuestra clase política le ha tomado a ir a todas partes con una grabadora oculta en el sobaco. O que, en la supuesta conversación entre Durán y Figueroa, aquél especulase sobre si el diputado de Izquierda Unida era "un hombre normal y sensato", esto es, si trincaría el soborno con muda elegancia, o si era . un gilipollas", que, por si no lo saben, signífica "tipo honesto" traducido al lenguaje posmoderno. Mecachis con la normalidad del empresario.

Me deja francamente traspuesta, en fin, que el Partido Popular arrerneta judicialmente contra Leguina y no contra ese Durán, que, a juzgar por las protestas del PP, habría estado utilizando sus santos nombres en vano. Para no conocerle apenas, como todos los populares juran, le tratan con un mimo, una delicadeza y un respeto en verdad enternecedores. Pero sobre todo, y si el asunto es cierto, se podrían sacar dos conclusiones principales. Una, que los políticos quizá sean una horda de aprovechados, pero los empresarios parecen ser aún peores. Y dos, que hace falta ser tonto para escoger a un emisario tan zafio y tan torpón que se deja grabar más que la Piquer en sus días de gloria. Además de inmorales, los del PP serían unos chapuzas lamentables.

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