Cartas al director

Estupor ugetista

No he podido evitar una sensación de estupor al leer el editorial titulado Más huelgas, del 24 de mayo, en el que se vierten una serie de acusaciones contra la Unión General de Trabajadores (UGT) que no me parecen nada justas. Durante el anterior régimen la retransmisión por televisión de partidos de fútbol y corridas de toros era el pan y circo con el que se intentaba acallar la lamentable situación por la que pasábamos los ciudadanos de este país ante la inexistencia de libertades. Y vosotros, que siempre os habéis caracterizado por la defensa de los valores democráticos...

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No he podido evitar una sensación de estupor al leer el editorial titulado Más huelgas, del 24 de mayo, en el que se vierten una serie de acusaciones contra la Unión General de Trabajadores (UGT) que no me parecen nada justas. Durante el anterior régimen la retransmisión por televisión de partidos de fútbol y corridas de toros era el pan y circo con el que se intentaba acallar la lamentable situación por la que pasábamos los ciudadanos de este país ante la inexistencia de libertades. Y vosotros, que siempre os habéis caracterizado por la defensa de los valores democráticos, incluidos los sindicales, criticáis hoy la decisión adoptada por los trabajadores de Radiotelevión Española (RTVE) de ir a la huelga como medida de presión para lograr sus justas y siempre postergadas reivindicaciones laborales. Y por extensión criticáis a los sindicatos UGT y Comisiones Obreras (CC OO), a los quePasa a la página siguiente Viene de la página anterior

achacáis "una pérdida de autoridad ( ... ) ante los colectivos de trabajadores correspondientes".

Porque ¿cómo es posible criticar a unos sindicatos y colectivos de trabajadores cuyo único pecado es pedir que sus reivindicaciones, nada exageradas, sean atendidas y tengan que ir a la huelga ante la postura adoptada por la empresa pública? Una postura de oídos sordos, cumpliendo a rajatabla las órdenes de un Gobierno que se ha olvidado de que en este país hubo un paro general el pasado 14 de diciembre y que desde entonces sólo intenta acosar a las organizaciones sindicales con un encono numantino.

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Habría que ser más ecuánimes en las críticas y no olvidar que, mientras en la empresa privada se están firmando convenios colectivos con cierta fluidez, en la empresa pública los trabajadores se enfrentan a la sinrazón del Gobierno, representado por unos gestores que ejecutan las órdenes sin pestañear, tal es su grado de sumisión. Un Gobierno empeñado en satisfacer a la derecha económica antes que a todos los trabajadores, que fueron los que posibilitaron su ascenso al poder y que son los que, con su trabajo diario, están levantando este país.

Unos trabajadores que sólo quieren que la riqueza generada gracias a su esfuerzo y sus sacrificios empiece a repartirse, y no sólo entre ellos, sino entre otros colectivos más desfavorecidos, como los parados, los pensionistas o los jubilados.

Porque ¿cómo es posible criticar a unos sindicatos que han dado muestras, una vez sí y otra también, de su capacidad de diálogo, pasando muchas veces por alto los continuos desplantes que desde el Gobierno se están provocando? La UGT sólo espera una buena disposición por parte de los gestores de las empresas públicas.

La UGT ha estado siempre, y así seguirá, del lado de los trabajadores, y seguirá luchando para que las condiciones de vida de nuestro país alcancen un nivel europeo que desgraciadamente no existe ahora. Por esto, al leer el editorial publicado en el diario EL PAIS, nos tenemos que preguntar: ¿cómo es posible que, ante la cantidad de graves problemas que afectan diariamente al españolito de a pie, la única preocupación de ese diario sea la posibilidad de que no se pueda ver la final de la Copa de Europa de fútbol porque un colectivo de trabajadores no encuentra un cauce adecuado de diálogo con una patronal cerrada en banda?

Los sindicatos no buscan indignar a la opinión pública, y los trabajadores de este país prefieren no ver un partido de fútbol si logran que sus reivindicaciones sean atendidas por parte del Gobierno.

En una cosa sí le damos la razón al editorial de EL PAÍS: las diferencias entre lo que piden los trabajadores y lo que da Luis Solana, como director general de RTVE, no parecen ser tan insalvables para la empresa como para provocar la huelga. Porque si en vez de ser una televisión pública fuera una televisión privada, tú conoces el convenio de EL PAÍS, no se hubiera tenido que convocar ninguna huelga. ¿Cómo?: no siendo tan cicateros ni tan obtusos.- Secretario de Comunicación e Imagen de la Unión General de Trabajadores.

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