Editorial:

Festivales en Europa

EN VERANO, Europa se convierte en un escenario. Centenares de festivales de todas las artes -principalmente aquellas que se pueden producir al aire libre, como la música, la danza o el teatro- se suceden en todas las capitales y aun en algunos pueblos que deben su fama precisamente al hecho de ser sede veraniega de acontecimientos de este tipo. La simple contemplación del abigarrado programa de festejos con que Europa celebra el verano es un motivo de reflexión sobre la diversidad de la cultura y el carácter que ésta tiene de medio de comunicación entre los pueblos.El panorama que se traza en ...

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EN VERANO, Europa se convierte en un escenario. Centenares de festivales de todas las artes -principalmente aquellas que se pueden producir al aire libre, como la música, la danza o el teatro- se suceden en todas las capitales y aun en algunos pueblos que deben su fama precisamente al hecho de ser sede veraniega de acontecimientos de este tipo. La simple contemplación del abigarrado programa de festejos con que Europa celebra el verano es un motivo de reflexión sobre la diversidad de la cultura y el carácter que ésta tiene de medio de comunicación entre los pueblos.El panorama que se traza en el suplemento especial que EL PAÍS publica hoy al respecto permite, junto a un balance general positivo, destacar algunos aspectos que son mejorables. Por una parte, y sobre todo en nuestro país, la abundancia y el brillo de algunos de estos certámenes confunden a veces y crean el espejismo de que la cultura veraniega resuelve la penuria esencial que se padece durante el resto del año.

El esfuerzo debería dirigirse no sólo a la simple importación de espectáculos o exposiciones, sino a estimular la producción propia, única forma de garantizar una continuidad en el tiempo de este tipo de manifestaciones. Por otro lado, y como de nuevo ocurre en España, la programación y el alcance de estos acontecimientos obedece frecuentemente al arbitrio político de las administraciones cambiantes. En el caso de Madrid, por ejemplo, el hecho de que el Ayuntamiento actual le tambalee hace también que tiemble el diseño mismo de sus celebraciones culturales inmediatas. Una profesionalización adecuada de los festivales acabaría con esta incertidumbre anual y daría continuidad y sentido al esfuerzo. En términos generales, sin embargo, es saludable notar que una idea de la Europa unida pasa precisamente por el incremento de hechos de este carácter, que aproximan a los pueblos a través de un viaje que en verano se llena, con esta ingente oferta por medio, de un contenido cada vez más atractivo.

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