Tribuna:

La paz

Estaba tan tranquilo yo en mi coche, con la intención expresa de dejar descansar al poder una temporada, a ver si se rehace y recupera los buenos colores, cuando se me ocurre conectar la radio. Craso error, porque de la radio de mi coche suele salir con frecuencia la inspirada palabra de Txiki Benegas, y últimamente Benegas cada vez que habla me predispone a pedir asilo político en la Embajada de Islandia, Estado que tiene la venta a de ser escaso. Pero esta vez no fue Txiki quien me alteró, sino el mismísimo jefe de Gobierno, resucitado al parecer de sus depresiones y con el "a su juicio" rec...

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Estaba tan tranquilo yo en mi coche, con la intención expresa de dejar descansar al poder una temporada, a ver si se rehace y recupera los buenos colores, cuando se me ocurre conectar la radio. Craso error, porque de la radio de mi coche suele salir con frecuencia la inspirada palabra de Txiki Benegas, y últimamente Benegas cada vez que habla me predispone a pedir asilo político en la Embajada de Islandia, Estado que tiene la venta a de ser escaso. Pero esta vez no fue Txiki quien me alteró, sino el mismísimo jefe de Gobierno, resucitado al parecer de sus depresiones y con el "a su juicio" recuperado, y "a su juicio", todos estamos equivocados, pero es que muy equivocados, si pensamos que la iniciativa de paz contemporánea la lleva la Unión Soviética.Nadie le había pedido esta aclaración, pero él nos la daba, consciente de que la salud mental de Occidente depende en parte de su juicio, y "a su juicio", la ofensiva de paz desencadenada se debe a la doble estrategia de Occidente, que es una: armarse para desarmarse, en un strip tease de misiles hasta llegar a la casi desnudez del tirachinas. Tal vez piense el señor presidente que la astuta ofensiva de paz gorbachoviana ha conmovido los espíritus simples de las gentes sencillas, y conducidas por tal flautista de Hamelín se hayan puesto en camino hacia actitudes excesivamente relajadas, abiertas a la posible y siempre satánica penetración de las ideas comunistas. Tal vez ése era su miedo, o simplemente quería demostrarnos que sigue siendo uno de los más prometedores centinelas de Occidente, un estadista como la copa de un pino.

Quiero tranquilizar al señor presidente con respecto a inútiles zozobras. Que le basten las zozobras útiles y que le conste que nadie está dispuesto a dejarse llevar por los cantos de sirena del marxismo ateo disfrazado cual paloma. Con el ramito de olivo en el pico. Seguimos en actitud vigilante montando guardia junto a los luceros, jamás desprevenidos ante posibles desembarcos, sean de palabra, obra u omisión. Occidente es cosa de todos.

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