Cartas al director

Curiales libres de sospecha

No basta con que un país, institución o estamento se autodenominen democráticos para serio. Los resabios corporativistas, los prejicios de casta, asoman la oreja por doquier.Por ejemplo: para acceder al llamado Palacio de Justicia de Barcelona -lo mismo que, según oí se hizo, con motivo de la fuga de José María Ruiz-Mateos, en la Audiencia Nacional-, los ciudadanos debemos pasar por un arco detector de metales, y si éste da la alarma, se nos registran las carteras y los objetos que llevemos, lo que considero prudente para prevenir atentados, tiroteos, etcétera. Pero hay unos ciudadanos exentos...

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No basta con que un país, institución o estamento se autodenominen democráticos para serio. Los resabios corporativistas, los prejicios de casta, asoman la oreja por doquier.Por ejemplo: para acceder al llamado Palacio de Justicia de Barcelona -lo mismo que, según oí se hizo, con motivo de la fuga de José María Ruiz-Mateos, en la Audiencia Nacional-, los ciudadanos debemos pasar por un arco detector de metales, y si éste da la alarma, se nos registran las carteras y los objetos que llevemos, lo que considero prudente para prevenir atentados, tiroteos, etcétera. Pero hay unos ciudadanos exentos: los curiales, los miembros de la casta. Funcionarios, abogados, procuradores y sus empleados están exentos de tal control.

Conclusión: los no curiales somos todos sospechosos de llevar armas o bombas; los curiales, por contra, están, por definición, libres de toda sospecha.

Si yo fuese presidente de la Audiencia Territorial -o de la Audiencia Nacional- ordenaría inmediatamente el cese de esa discriminación, pero quizá ello sea debido a mi mentalidad democrática.

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Pero es el caso que, incluso sin tener mentalidad democrática, cualquier persona sensata acabaría inmediatamente con tal discriminación: si los terroristas, o los delincuentes comunes, quieren introducir armas o bombas en el llamado Palacio de Justicia, sólo tienen que dárselas a un curial amigo o cómplice, o coaccionar a uno que no lo sea. Sencillísimo.

Con lo que llegamos al inapelable fallo de que tal control no es tal: es una pura pérdida de tiempo y energías.-

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