André, Tschifelli

La tarea de explicar derecho humanitario a la policía

André Tschifelli, ginebrino, de 64 años recién cumplidos en Madrid, ha viajado estos días a España para impartir, junto a su colega Gian Battista Bacchetta, un seminario sobre derechos humanos y legislación humanitaria a comisarios e inspectores de policía y mandos de la Guardia Civil españoles. La Academia de Policía de Ávila fue el escenario de este curso, el primero de su clase que imparte en España el Comité Internacional de la Cruz Roja, bajo los auspicios de la Secretaría de Estado para la Seguridad.

El curso resultó satisfactorio, reconocen Tschifelli y Bacchetta, aunque en un pr...

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André Tschifelli, ginebrino, de 64 años recién cumplidos en Madrid, ha viajado estos días a España para impartir, junto a su colega Gian Battista Bacchetta, un seminario sobre derechos humanos y legislación humanitaria a comisarios e inspectores de policía y mandos de la Guardia Civil españoles. La Academia de Policía de Ávila fue el escenario de este curso, el primero de su clase que imparte en España el Comité Internacional de la Cruz Roja, bajo los auspicios de la Secretaría de Estado para la Seguridad.

El curso resultó satisfactorio, reconocen Tschifelli y Bacchetta, aunque en un principio fueron duras las reticencias de los asistentes, preocupados por que el seminario en sí fuera interpretado como la constatación de una carencia de conductas humanitarias en el ejercicio policial. Estas reticencias se encuentran muy extendidas donde se han impartido tales cursos, confiesa Tschifelli, quien reconoce, no obstante, que sólo intenciones y actitudes de transparencia democrática hacen viables esos seminarios.Los títulos que dan a Tschifelli autoridad para impartir enseñanzas sobre derechos humanos y derecho humanitario se resumen en una vida entera al servicio del Comité Internacional de la Cruz Roja como delegado o enviado especial en centenares de países. Este antropólogo y economista ginebrino, que reconoce haber olvidado toda la ciencia económica que aprendió en su juventud, ha mostrado ser un enamorado de los derechos del hombre, en cuyo nombre y defensa ha recorrido el mundo.

Sus misiones han sido casi siempre muy delicadas. Desde las de llevar alimentos a prisioneros alemanes presos en Polonia, al finalizar la II Guerra Mundial, hasta el salvamento masivo de pieds noirs y de soldados argelinos enrolados en el Ejército francés tras la independencia del país norteafricano, o al establecimiento, desde Guinea Ecuatorial, del puente aéreo que impidió muertes todavía más masivas en Biafra en la guerra contra Nigeria en 1969.

André Tschifelli, casado en dos ocasiones, es padre de un hijo que hoy reside en Ginebra. Con él vivió en 1977 en la Argentina de la Junta Militar aquellos días de zozobra y miedo en que su misión consistía en visitar los centros de detención e interesarse por los detenidos, los desaparecidos y los muertos. Este suizo de ojos transparentes, al que ninguna situación le ha hecho perder el aplomo, quita importancia a todo lo que allí y en otros momentos difíciles hizo. Es el mismo aplomo que le ha salvado tantas veces de perecer linchado en Bangladesh junto al chófer de su ambulancia, aplastado contra las verjas de la Embajada estadounidense en Teherán cuando salía de visitar a los rehenes, desfigurado por las minas en las alambradas de una aldea durante la guerra de Vietnam.

Allí precisamente, Tschifelli resultó herido en el rostro por un explosivo de este tipo, cuando acudía a rescatar a un compañero del Comité Internacional de Cruz Roja herido gravísimamente segundos antes a la entrada de una aldea de Vietnam del Sur. André perdió audición en su oído izquierdo, pero salvó la vida de su amigo y continuó trabajando sobre el terreno. Por ello tal vez, impartir ahora seminarios a mandos policiales en una España democrática, es para Tschifelli una tarea que califica de cómoda.

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