Tribuna:

'Gilberto'

La última noticia que me llega del huracán Gilberto es que su furioso ojo parece decidido a invadir México por la península del Yucatán. Para ser exactos, por el puerto de Tzucox, cerca de la frontera con las antiguas Honduras británicas, siguiendo hacia el Oeste por la ruta del paralelo 19. Y saben muy bien los aficionados a la gran literatura de este siglo lo que significará esa ventolera si se cumplen los pronósticos. Que Gilberto arrasará el desolado esplendor del hotel Casino de la Selva, y luego se ensañará con el destartalado cine que una tarde lluviosa de 1939 proyectó...

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La última noticia que me llega del huracán Gilberto es que su furioso ojo parece decidido a invadir México por la península del Yucatán. Para ser exactos, por el puerto de Tzucox, cerca de la frontera con las antiguas Honduras británicas, siguiendo hacia el Oeste por la ruta del paralelo 19. Y saben muy bien los aficionados a la gran literatura de este siglo lo que significará esa ventolera si se cumplen los pronósticos. Que Gilberto arrasará el desolado esplendor del hotel Casino de la Selva, y luego se ensañará con el destartalado cine que una tarde lluviosa de 1939 proyectó Las manos de Orlac, y con las 18 iglesias y 57 cantinas de- Quauhnáhuach, sin contar El Farolito.

Es como si aquel viento vengador de la última página de Cien años de soledad se dirigiera en línea recta hacia los escenarios de Bajo el volcán, dispuesto a descuajar las memorables arquitecturas de Malcolm Lowry, o lo que queda de ellas. Al menos, así titularía yo esas noticias sobre Gilberto: "El huracán que arrasó Macondo, la ciudad de los espejos, enfila el paralelo 19 hacia Quauhnáhuach, la ciudad de los volcanes".

Lejos de mi intención culpar de la catástrofe anunciada a García Márquez. Aunque admito que sí, que parece una venganza por celos. Y muy justificados, que cada día aumentan las diferencias entre la ascensión celestial de Remedios y el infernal descenso del cónsul. Pero Gabo es inocente. Y por una razón: es muy ajeno al mundo de Pessoa. Vamos, que no hay pistas poéticas para involucrarlo en otro reciente crimen literario sospechosamente análogo, el incendio del Chiado. La devastación del territorio favorito de Pessoa. Porque en rigor (literario, pero también policial) hay que relacionar el huracán de México con el incendio de Lisboa. Es demasiado azar que en apenas un mes la catástrofe se ensañe con dos de los escenarios narrativos más deslumbrantes del siglo, y a ambos lados del Atlántico. Eso ya no es casualidad, sino causalidad. O propensión como ayer exigía Popper. En cualquier caso, es algo con culpables. Y muy peligroso.

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