Tribuna:

Praga 68

Había salido algo tonto lo del mayo francés y además en España aquel verano había epidemia de diarrea, y no es una metáfora. Era preciso hervir el agua, mezclarla con lejía y a pesar de todo podías pasarte horas y horas sentado en la taza sanitaria leyendo a Berdiaev, que es el pensador más adecuado para cualquier situación escatológica. Y en estas que a los soviéticos se les ocurre invadir Checoslovaquia. Mierda, pensé, con la ayuda de Berdiaev, la disentería y los tanques soviéticos que hacían papilla la esperanza del llamado "socialismo con rostro humano".El rostro humano del socialismo era...

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Había salido algo tonto lo del mayo francés y además en España aquel verano había epidemia de diarrea, y no es una metáfora. Era preciso hervir el agua, mezclarla con lejía y a pesar de todo podías pasarte horas y horas sentado en la taza sanitaria leyendo a Berdiaev, que es el pensador más adecuado para cualquier situación escatológica. Y en estas que a los soviéticos se les ocurre invadir Checoslovaquia. Mierda, pensé, con la ayuda de Berdiaev, la disentería y los tanques soviéticos que hacían papilla la esperanza del llamado "socialismo con rostro humano".El rostro humano del socialismo era un Hermes bifronte, el Che Guevara hacia el Oeste y Dubcek hacia el Este. Eran las dos izquierdas humanas y reales, la que daba respuesta a la violencia con la violencia y la que contestaba al anquilosamiento revolucionario con la función de la crítica y la reivindicación de libertades interesadamente adjetivadas de "burguesas". No es que escogiéramos la violencia ética para el Tercer Mundo y la democracia estética para Europa, a uno y a otro lado del llamado telón de acero. Es que en el Tercer Mundo la violencia la provocaban y la provocan las estructuras dominantes, y en Europa la democracia es una conciencia de masas, fibra componente del tejido social. Veinte años después se confirma por boca de Gorbachov que la primavera de Praga llegaba con 10 años de retraso, si tenemos en cuenta que ya todas sus evidencias las había formulado Jruschov 10 años antes y al mismo tiempo ahora se rehabilita a Bujarin con 50 años de retraso, 50 años de cultivar la bujarinitis como el síndrome de Estocolmo interiorizado de la cultura comunista. La evidencia se impone con cuentagotas, con un tacaño reloj de agua: 10, 20, 50 años. Ahora la evidencia ya es más evidente que nunca y, sin embargo, por lo que parece, aún corre el peligro de dejar de ser evidente. Se decía, se dice: no hay que dejar fisuras al enemigo. Veinte años de la invasión de Praga. Todavía 20 años y un día.

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