Tribuna:EL OMBUDSMAN

Faltó rigor profesional

Con el título Al servicio del varón, EL PAÍS (suplemento Domingo, 1 de mayo) publicó un reportaje, escrito por la colaboradora Mercedes Rivas Torre, que pretendía contar cuáles son las actividades y hábitos de vida de las mujeres miembros del Opus Dei. Según Rivas, son pocas las que pueden ejercer su profesión. "Numerarías, agregadas y numerarias auxiliares", escribía, "es decir, las más involucradas en la marcha de la Obra, se encuentran discriminadas respecto a sus homónimos varones. Y con frecuencia destinadas a su servicio". Aseguraba que "la diferencia entre la vida que llev...

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Con el título Al servicio del varón, EL PAÍS (suplemento Domingo, 1 de mayo) publicó un reportaje, escrito por la colaboradora Mercedes Rivas Torre, que pretendía contar cuáles son las actividades y hábitos de vida de las mujeres miembros del Opus Dei. Según Rivas, son pocas las que pueden ejercer su profesión. "Numerarías, agregadas y numerarias auxiliares", escribía, "es decir, las más involucradas en la marcha de la Obra, se encuentran discriminadas respecto a sus homónimos varones. Y con frecuencia destinadas a su servicio". Aseguraba que "la diferencia entre la vida que llevan los hombres y las mujeres del Opus es tajante". Y explicaba que "mientras los primeros disfrutan de libertad profesional, las segundas están completamente atadas a su dírectora".Las fuentes informativas de que se sirvió Rivas para elaborar su trabajo eran básicamente, por una parte, dos autores que han escrito libros críticos sobre la institución, ambos ex miembros numerarios de la Obra: Alberto Moncada y María Angustias Moreno; por otra, dos mujeres ex miembros del Opus, que con las iniciales A. G. C. y M. R. S. exponían algunos ejemplos, vividos por ellas, de las restricciones a que está sujeta la mujer en el Opus Dei.

Protestas

Al servicio del varón ha motivado varias protestas. El director de la oficina de información de la Prelatura Opus Dei en España, Antonio Hernández Deus, en carta enviada a la dirección del periódico, afirma que el reportaje "se ha hecho espigando textos de un único libro, cuya predisposición negativa es sobradamente conocida". "En contra de lo que resulta habitual y profesionalmente correcto, no se acude a esta oficina para pedir información o documentación previa", dice Hernández Deus. "No resulta convincente", añade, "que para escribir sobre una institución de la Iglesia cuyo espíritu. viven miles de personas -miembros, cooperadores y amigos- sólo se acuda precisamente al testimonio de personas que no participan de la vida de la institución y adoptan una actitud decididamente negativa".

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.La autora del reportaje asegura que en las fechas en que se planteó el trabajo -allá por febrero último- intentó ponerse al habla con varias personas vinculadas a la Obra como numerarias o supernumerarias y otras colaboradoras, sin resultado positivo.

Asimismo, asegura que llamó a la oficina de prensa del Opus Dei en Madrid: "Intenté hablar con Felipe Márquez, pero éste no estaba". Sí lo hizo, afirma, con otra persona "que dijo pertenecer a la oficina". "Le expliqué el reportaje que estaba preparando", añade Rivas, "y le pedí que me pusiera en contacto con mujeres de la Obra para poder hablar con ellas, a lo que se negó desde el primer momento".

El director adjunto de la oficina, Luis Gordon, ratifica, en conversación telefónica con el defensor de los lectores, lo expuesto en la carta de Hernández Deus: "No hay constancia alguna de una llamada de Mercedes Rivas; tengo la certeza moral y absoluta de que no se recibió tal llamada".

1 Mercedes Rivas mantiene, por el contrario, que sí llamó. En el original del reportaje que envió a EL PAÍS , en un párrafo final, que fue cortado por razones de espacio -también hubo otros cortes por igual motivo-, decía, entre otras cosas, que "dentro de la Obra no quiso participar nadie [en el reportaje], ni siquiera la supernumeraria Isabel Tocino". Gordon insiste: "Ninguna de las tres personas que trabajan en la oficina ha hablado con Mercedes Rivas".

Hernández Deus manifiesta también en su carta que es sorprendente "la manipulación de textos del fundador del Opus Dei" que hace Rivas en su reportaje. "Unas citas se inventan", escribe, "otras están sacadas de contexto".

"Por ejemplo", señala, "dice la autora: , Sólo hay que acudir a las citas de monseñor Escrivá: Acaso no tenemos la facultad de llevar en los viajes alguna mujer para que nos asista'. La frase es acertada, porque la que se da como cita suya no es de monseñor Escrivá de Balaguer, sino de San Pablo, como señala el entrecomillado del texto y como el propio autor dice explícita mente en el punto número 980 de Camino, de donde se toma". "Ese punto", añade Hernández Deus, "como puede observar cualquier persona que lo lea sin un ánimo tendencioso, no tiene ningún sentido peyorativo hacía la mujer, sino, precisamente, todo lo contrario. El segundo párrafo del punto de Camino fija su sentido: 'No es posible desdeñar la colaboración de la mujer en el apostolado".

"¿Podría indicar", pregunta Hernández Deus, "dónde y cuándo escribió el fundador del Opus Dei que 'los hombres no duermen en tablas porque después de un día de trabajo intenso necesitan descansar'?".

Rivas manifiesta que no contrastó las citas atribuidas al fundador del Opus. Las tomó de los autores mencionados.

El director de la oficina de información del Opus puntualiza asimismo lo expresado por Rivas sobre que son pocas las mujeres de la Obra que pueden ejercer su profesión. No sólo la ejercen periodistas, dice, "sino catedráticas de Universidad, profesoras de Teología, médicas, abogadas, ingenieras, etcétera".

Otra carta de protesta procede de Ecopress, mencionada por Rivas como la agencia de prensa del Opus Dei en la que trabajó una de las ex numerarias que interviene en el reportaje, identificada tan sólo con las iniciales A. G. C. La subdirectora de Ecopress, Raquel Rodríguez, expone que en el reportaje "había una afirmación falsa": "Esta agencia de colaboraciones", dice, "es una sociedad anónima de la que soy uno de los socios; todos los demás, al igual que yo misma, somos profesionales independientes del periodismo y en ella no participa institución alguna". Y añade que desde la fundación de Ecopress nunca ha trabajado ni colaborado en la agencia ningún periodista que responda a esas siglas A. G. C., .por lo que el testimonio resulta doblemente falso".

Falsas iniciales

Efectivamente, A. G. C. -al igual que M. R. S.- no son las verdaderas iniciales de los nombres de las personas que hablaron con Mercedes Rivas. Son falsas iniciales. Las auténticas son A. L. M. y A. M. Rivas explica, primero, que ambas la pidieron permanecer en el anonimato. Reconoce luego que las siglas fueron fingidas por ella.

El redactor Javier Martín, que intervino en la reducción del texto enviado por Mercedes Rivas, dice que en la edición del reportaje, que sufrió un importante corte -"aunque creemos que se conservó el sentido del trabajo"-, se cortó también la frase que explicaba que nadie de dentro de la Obra quiso participar en el reportaje.

El redactor jefe de la edición dominical, Juan G. Yuste, admite que no se hicieron las verificaciones pertinentes respecto a varios puntos del trabajo de la colaboradora. "La referencia a personas -identificadas con iniciales por la autora- no se comprobó", dice, "por entender que se trataba de proteger a unas fuentes, por parte de Rivas, que presumiblemente no querían aparecer con sus nombres".

Unilateral

Es evidente que el reportaje de Rivas resultó unilateral, tendencioso. Se ofreció la versión de personas que -al margen los motivos que fueran- habían abandonado el Opus Dei y se expresaban críticamente adversas a la institución. Con el Opus, según la autora, no hubo más intento de contrastar la información que una llamada telefónica.

Que la búsqueda de otras fuentes resultó inicialmente fallida, que se dieran por buenas unas iniciales en función de que así se protegía a unos informantes, no justifica tan manifiestas faltas de rigor profesional.

Es prácticamente unánime en la Prensa occidental el apoyo a la confidencialidad de las fuentes informativas cuando claramente sea necesario protegerlas. Pero es injusta esa protección cuando resultan atacadas personas o instituciones que no han sido escuchadas. Es injusto, incluso, para los lectores que no pueden saber si existe buena fe en este tipo de fuentes. En el caso que nos ocupa existe el agravante de que el anonimato se emboscó en unas iniciales falsas. En los casos conflictivos -y el reportaje era un clarísimo caso conflictivo- el Libro de estilo de EL PAÍS manda acudir siempre a las dos partes en litigio. Si no se logra al primer intento, hay que perseverar. La falta de la voz de una de las partes daña no sólo a esa parte, sino también a la credibilidad del autor y de la publicación. Total: Al servicio del varón es un reportaje que ha resultado más que desafortunado. No debió publicarse.

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