Cartas al director

Maestros españoles

Pena es el sentimiento que provoca la lectura del editorial de EL PAIS del 10 de marzo de 1988. Un editorial que, tras una artificial objetividad mal disimulada, rezuma una enorme incomprensión hacia la escuela pública y su profesorado.Es asombroso que a estas alturas haya personas, presuntamente conocedoras de los temas educativos, tan obcecadas en cargar la responsabilidad de la lamentable situación de la enseñanza pública en España a sus profesores.

Los profesores son los chivos expiatorios de las carencias existentes que la Administración no tiene la valentía ni la voluntad de a...

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Pena es el sentimiento que provoca la lectura del editorial de EL PAIS del 10 de marzo de 1988. Un editorial que, tras una artificial objetividad mal disimulada, rezuma una enorme incomprensión hacia la escuela pública y su profesorado.Es asombroso que a estas alturas haya personas, presuntamente conocedoras de los temas educativos, tan obcecadas en cargar la responsabilidad de la lamentable situación de la enseñanza pública en España a sus profesores.

Los profesores son los chivos expiatorios de las carencias existentes que la Administración no tiene la valentía ni la voluntad de afrontar para elevar la calidad de la enseñanza en este país; eso sí, elude y deriva tendenciosamente esa, obligación sirviéndose de un vehículo apropiado para ello: algunos sectores sociales que caen ingenuamente en su juego, para depositarla en las ya curvadas espaldas de los docentes.

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Da verdadera pena observar que medios de comunicación tan prestigiosos como EL PAIS hayan deducido como causa fundamental, y casi, exclusiva el tema económico como leitmotiv de la huelga del profesorado en la enseñanza pública.

No, señores, ciertamente no. Junto a ése, hay una larga lista de aspectos esenciales para conseguir hacer realidad ese concepto tan interesadamente manipulado, por unos y por otros, de la calidad de la enseñanza. Eso en su conjunto conforma la filosofia de las movilizaciones sindicales.

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