Cartas al director

Arco 88

Hubiese aceptado los designios de nuestra pequeña y cotidiana historia de arte con crítica resignación, pero hete aquí que de nuevo se ha pronunciado repetidamente, kafkianamente, la palabra más mágica, simple y atentatoria contra todos los principios instituidos, como es selección.

En mi propio sillón, con sensación de vacío exterior, con talante ausente, circunspecto, pensando que el desarrollo del viaje al siglo XX de Picasso o Juan Gris, o de tantos otros, o a los viejos maestros de los Thyssen, o a los de Sonnabend, podría apaciguar el desasosiego del realizado a ning...

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Hubiese aceptado los designios de nuestra pequeña y cotidiana historia de arte con crítica resignación, pero hete aquí que de nuevo se ha pronunciado repetidamente, kafkianamente, la palabra más mágica, simple y atentatoria contra todos los principios instituidos, como es selección.

En mi propio sillón, con sensación de vacío exterior, con talante ausente, circunspecto, pensando que el desarrollo del viaje al siglo XX de Picasso o Juan Gris, o de tantos otros, o a los viejos maestros de los Thyssen, o a los de Sonnabend, podría apaciguar el desasosiego del realizado a ninguna parte, quiero decir, a la muestra de arte contemporáneo, pensé durante algunos segundos que la ironía podría ser el motor descriptivo de tan sublimes delicadezas, engarzadas todas ellas en stand a cubículos, parapetando en refugios múltiples los entes artísticos más proclives a las verdades de su género; cuando descubro que a veces se me agota la vena irónica y cavilo en exceso trascendente ante las declaraciones de la dirección tec

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nócrata del invento, aunque, por respeto a las extraordinarias excepciones, corrijo y escribo, evento; dice haber seleccionado a las galerías que apadrinan a lo mejor, a lo más justo, a todo lo más de esta mancha del planeta, y es cierto, porque han seleccionado a lo mejor, a lo más justo, a todo lo más de esta mancha del universo, y es cierto, porque, además, han seleccionado a los mejores copistas de los más variados géneros y los hay que hasta saben calcar los últimos... neoyorquinos, con la exquisitez gastronómica de caníbal en estado ebrio, eso sí, enmarcados todos ellos en molduras -acongojantes-, vestidas de tallas, oros y platas, amores y fuego.

Y de nuevo siento que pierdo los papeles, quiero decir, la impronta irónica, y noto cómo un rubor dulce, ingenuo, sube por las mejillas hasta recalar de nuevo en el cerebro, y todo ello porque me brota la peregrina idea de pedir a la dirección tecnócrata rectificación pública en todos los medios de comunicación, en donde se explica al ciudadano que no hubo tal selección, que sólo es que se defienden sus modos, sus formas, sus planteamientos estéticos, su verdad; hechos todos que acepto por convicción, porque en arte ha de primar la generosidad en libertad.

Evidentemente, la dirección tecnócrata no debería presentarse en solitario a esta noble rectificación pública; hay sectores de la crítica que aportan la ambientación necesaria para que todo el -bello-drama- sea llevado a escena con análisis y descripciones de tal creatividad que su conexión con la realidad es cuestión de puro azar.

Llegando al punto final de estas anotaciones, que se erigen en líneas que marcan encrucijadas de caminos que se desean desarronar plenas de búsquedas, de trabajo, en los que el acervo personal dignifique todos los conceptos, caminos que, con la ayuda de todos, alejen las verdades estas. En vista de todo lo expuesto, sólo queda enviar estas cuartillas al cesto de los papeles.-

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