Víctimas de un vacío legal

La intoxicación por productos de composición desconocida, una de las causas de mortalidad infantil

Dos niños han muerto en Cataluña con apenas seis meses de diferencia por haber ingerido líquido abrillantador de suelos, sin que los médicos, que los atendieron pudieran hacer nada porque no lograron averiguar a tiempo la composición del producto. Un enorme vacío legal es la causa de muchas muertes que tal vez pudieran haberse evitado. En España no existe un registro nacional de productos ni los fabricantes tienen obligación alguna de comunicar la composición exacta de los que ponen en el mercado. Los accidentes infantil son la primera causa de mortalidad infantil, y una parte importante de es...

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Dos niños han muerto en Cataluña con apenas seis meses de diferencia por haber ingerido líquido abrillantador de suelos, sin que los médicos, que los atendieron pudieran hacer nada porque no lograron averiguar a tiempo la composición del producto. Un enorme vacío legal es la causa de muchas muertes que tal vez pudieran haberse evitado. En España no existe un registro nacional de productos ni los fabricantes tienen obligación alguna de comunicar la composición exacta de los que ponen en el mercado. Los accidentes infantil son la primera causa de mortalidad infantil, y una parte importante de estos accidentes se producen en el hogar por ingestión de productos de limpieza, cosméticos y medicamentos.

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Barcelona, diciembre de 1987. Una abuela muy asustada entra en el servicio de urgencias del hospital infantil San Juan de Dios con un niño de 21 meses en brazos. José Ramón acaba de beber el líquido de un bote de un abrillantador de suelo hace apenas media hora, justo el tiempo que ha tardado la abuela en llevarlo primero al ambulatorio y luego al hospital desde Viladecans.El niño llega inconsciente, con fuertes vómitos e intensas diarreas. Los médicos deducen por los síntomas que el producto es muy tóxico, pero necesitan conocer la composición del abrillantador para poder actuar. La abuela regresa corriendo a casa en busca del bote fatídico.

Mientras tanto, los médicos practican análisis, y comprueban que el pequeño empeora. Regresa la abuela. Marca: Cristalux. En el envase no figura la composición del producto. Los médicos llaman urgentemente a Madrid, al Instituto Nacional de Toxicología. Tampoco figura un producto con este nombre. Los médicos intentan localizar al fabricante del producto.

Los análisis revelan descensos importantes de calcio en la sangre del niño. José Ramón sufre un paro cardiaco, le reaniman, localizan la fábrica, vuelve a tener otro paro cardiaco, vuelven a reanimarlo, por fin consiguen consiguen contactar con la fábrica. Demasiado tarde. El niño acaba de morir.

Tarragona 5 de mayo de 1987. Tania López, de 14 meses, ingresa en el servicio de urgencias de la residencia Juan XXIII. Apenas presenta síntomas, pero ha ingerido una cantidad no determinada de un abrillantador de suelos. La escena se repite, con el agravante de que en este caso no sólo no se conoce la composición del producto, sino que no hay ni marca, ni etiqueta, ni fábrica conocida porque el abrillantador fue comprado a granel.

Los médicos tienen muy pocas posibilidades de actuación: un lavado de estómago y aplicar carbono activado, un antídoto universal que absorbe gran cantidad de productos químicos. Pero el remedio es insuficiente, y el veneno, más rápido. que la capacidad de investigar por los procelosos caminos de la economía sumergida: a la hora y media de haber ingresado, Tania sufre un paro cardiaco súbito. Media hora después, el segundo. Nada se puede hace ya. La pequeña ha muerto.

Ecnomía sumergida

Investigaciones posteriores revelaron que ambos abrillantadores contenían fluosilicato de magnesio, una sustancia que absorbe el calcio. "Al llegar este producto a la sangre provoca una caída brusca del nivel de calcio. El calcio es un elemento esencial en la contracción muscular, y particularmente en la del corazón, de ahí que los dos niños murieran a causa de un paro cardiaco", explica el doctor Jordi Pou Fernández, jefe de la unidad de urgencias del hospital San Juan de Dios, de Barcelona."El problema es que si no conocemos la composición del producto sólo podemos dar palos de ciego. Hemos denunciado muchas veces esta situación, pero las cosas siguen como estaban", dice el doctor Xavier Allué, pediatra de la residencia: Juan XXIII de Tarragona. Y las cosas estaban y están así: no existe un registro nacional de productos en el que conste la composición exacta de las marcas que se venden en el mercado; no existe ninguna normativa que obligue a los fabricantes a comunicar la composición exacta de cada producto al Instituto Nacional de Toxicología, y tampoco existe ninguna normativa que obligue a poner en el envase de los productos peligrosos o tóxicos la lista de sustancias que los componen.

En medio de este vacío legal, el Instituto Nacional de Toxicología, dependiente del Ministerio de Justicia, intenta como puede hacerse con las fórmulas de los productos, al menos de los más peligrosos, para poder ofrecer información a los médicos y particulares que les consultan. Algunos sectores productivos colaboran con el instituto, pero otros no. "Con muchas dificultades hemos logrado tener la composición de la mayoría de los productos que se encuentran en el mercado. El problema es que constantemente están apareciendo nuevos productos y desapareciendo otros, y es muy difícil mantener actualizado el servicio", explica Luis Segura, coordinador del instituto.

A pesar de las dificultades con la que obtiene los datos, el instituto es en estos momentos la única fuente a la que pueden recurrir los médicos cuando se encuentran en casos parecidos a los descritos. El instituto contesta 17.000 consultas al año a causa de intoxicaciones, a razón de 200 llamadas diarias. El 32,6% de las consultas realizadas en 1987 fueron debidas a intoxicaciones por cosméticos, detergentes, lejías jabones y otros productos utilizados en el hogar. Y el 48% de las intoxicaciones afectaban a niños de entre 1 y 3 años.

Pero al vacío legal se ha sumado en los últimos años un problema adicional: el de la economía sumergida. Cada vez es más frecuente que empresas incontroladas distribuyan en áreas muy restringidas productos de limpieza que no tienen ningún tipo de garantía, ni etiqueta, ni referencia de fabricación.

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