Los trucos de un pediatra humanista

En sólo diez minutos, el doctor Brazelton tratará de colocar a los padres de la futura criatura en una actitud positiva. Diez minutos en el séptimo mes de embarazo dedicados a hablar del futuro. Tarde o temprano, la madre dirá: "No me importa que sea niño o niña, pero que sea normal". "¿Le preocupa a usted esta cuestión ahora?, le preguntará el profesor Brazelton. Y ella rectificará: "No", en realidad no", pero más tarde, hará alguna pregunta relacionada con las posibilidades de que su bebé sea anormal.El doctor Brazelton le comentará entonces que "a todas las madres les preocupa esa cuestión"...

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En sólo diez minutos, el doctor Brazelton tratará de colocar a los padres de la futura criatura en una actitud positiva. Diez minutos en el séptimo mes de embarazo dedicados a hablar del futuro. Tarde o temprano, la madre dirá: "No me importa que sea niño o niña, pero que sea normal". "¿Le preocupa a usted esta cuestión ahora?, le preguntará el profesor Brazelton. Y ella rectificará: "No", en realidad no", pero más tarde, hará alguna pregunta relacionada con las posibilidades de que su bebé sea anormal.El doctor Brazelton le comentará entonces que "a todas las madres les preocupa esa cuestión", y que "tal vez sería bueno que habláramos un momento de qué haría usted si tuviera un hijo deficiente". El hecho de que le haya hecho ver que es normal que tenga miedo, y haya compartido con ella su angustia, le da confianza y comenzará a mostrar vigor.

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Puede suceder que el niño sea un prematuro de alto riesgo que precise incubadora. En el departamento que dirige el doctor Brazelton se busca que los padres se acerquen a ese -niño lo antes posible, pero cuando ellos quieran, sin forzarles.

"Suelen atravesar cuatro fases", explica el profesor. "En la primera, que yo denomino de la química, sólo hablan en términos médicos. En la segunda ya son capaces de ver que el bebé es algo vivo y se sorprenden por ejemplo de que tenga reflejos. Luego comienzan a hablar del bebé y de ellos: 'El niño me oye, parece que me estuviera esperando', y cosas así. Finalmente, los padres acaban viendo al bebé como algo vivo estrechamente ligado a ellos".

No se sabe si por carácter o por deformación profesional -en 30 años de profesión ha atendido a 25.000 niños-, el profesor Brazelton es extraordinariamente expresivo, capaz de imitar con su cara sexagenaria los gestos de un recién nacido.

Él se considera un pediatra humanista y en su trabajo utiliza el psicoanálisis tanto como la medicina. Por eso ha convertído en un ritual los 20 minutos que dura la valoración del bebé según una escala de capacidades que él ha elaborado.

Se coloca enfrente de la madre, con el bebé entre los dos y de espaldas a ella. Se lo acerca mucho a la cara y gesticula mientra le hace pruebas de color, sonido y movimiento. La madre le sigue atentamente. El niño no oye, la madre comprueba desesperada, aunque ya lo sabía, que el niño no oye. Pero enseguida comprueba también que los ojos del niño reacccionan a la luz, y así aprende que tiene limitaciones, pero también posibilidades.

Cuando el ejercicio se acerca al final, el profesor Brazelton habla a la madre y le pide respuesta de algo concreto. Ella contesta. Y el niño reacciona. Reacciona a su voz. Ella se queda atónita. "Me ha reconocido", dice. "Claro, querida. Es su hijo", le apuntilla él. ("En realidad", aclara el doctor Brazelton en voz baja y con cara de pícaro, "todos los niños reaccionan antes a la voz femenina que a la masculina, pero lo importante es lo que ella cree").

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