Tribuna:

Enrique Tierno, todavía

Hoy hace dos años que murió el que sigue siendo el mejor alcalde de Madrid. Un aniversario que aún produce poca evocación, porque su presencia es demasiado cercana; su recuerdo, excesivamente nítido, y, huyendo de la exageración, su actualidad continúa siendo punto de referencia obligado para muchas de las cosas que siguen ocurriendo en la capital. Enrique Tierno Galván, dos años después de su desaparición fisica, es todavía un susurro que se murmura con frecuencia, una personalidad que se añora y a la que cada vez más, algunos sienten en su ausencia bastante más de lo que podían imaginar.En e...

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Hoy hace dos años que murió el que sigue siendo el mejor alcalde de Madrid. Un aniversario que aún produce poca evocación, porque su presencia es demasiado cercana; su recuerdo, excesivamente nítido, y, huyendo de la exageración, su actualidad continúa siendo punto de referencia obligado para muchas de las cosas que siguen ocurriendo en la capital. Enrique Tierno Galván, dos años después de su desaparición fisica, es todavía un susurro que se murmura con frecuencia, una personalidad que se añora y a la que cada vez más, algunos sienten en su ausencia bastante más de lo que podían imaginar.En este día de recuerdo no creo que se deban pasar por alto algunas reflexiones que a muchos nos hacen coincidir. Y una primera reflexión sobresale por encima de todas las demás: si el Viejo Profesor viviera, seguiría siendo alcalde, su gobierno se caracterizaría por la estabilidad de la mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Madrid y en la propia comunidad y en otras muchas entidades locales y autonómicas españolas. Un diplomático extranjero, cuyo nombre es preciso guardar por discreción, me comentó, pasadas las elecciones municipales de junio pasado: "Ahora se dan cuenta. Les hacía la campaña no sólo en Madrid, sino en toda España. Con Tierno no se hubiera acusado el desgaste del Gobierno ni su incidencia electoral". Puede que el embajador, declarado admirador del Viejo Profesor, hablara con la luz de la pasión encendida, pero su sobriedad, su frialdad analítica y su capacidad intelectual y cultural no invitan a pensar en el imperio de la exageración en sus palabras. Algo de cierto hay en todo ello.Seguiría siendo alcalde. Y la ausencia de inquietudes, zozobras y alteraciones de ánimo en el gobierno municipal reportaría beneficios notables a la ciudad, que desde las pasadas elecciones anda revuelto y su revolución traslada a la ciudad, disfrazadas de ineficacia, las cuitas e inseguridades de sus dirigentes. La sensación de provisionalidad atenaza a la ciudad y a otras muchas ciudades. Nunca aquella sensación fue carta cabal para jugar en medio del oleaje.

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AñoranzaUna segunda reflexión que me parece acertada es la derivada de las palabras que uno, en su privacidad, escucha o le llegan sin mediatizar. Palabras que hablan de añoranza, de soledad, de orfandad. Muchos políticos y munícipes añoran hoy más que nunca la seguridad que reportaba su presencia, o la mera sapiencia de que su presencia estaba cercana, dispuesta como siempre a enmendar, reponer, restaurar y restañar. Y es hora de afirmar, a pesar de lo dicho, que Juan Barranco, el sucesor elegido primero por escalafón y después por votación libre y popular, constituye una sorpresa que muchos, sinceramente, no esperábamos, por la discreción en su actitud y la capacidad de evitar disputas donde hay ánimos encrespados, de conciliar predisposiciones adversas. Hubo buen maestro, sin duda, pero hay buen alumno también. Cuando algunos dijeron, allá por 1979, que, si Tierno fuese alcalde, de los grifos de Madrid no saldría agua, se equivocaron tanto como los que pensamos que con Barranco en la Casa de la Villa las cosas cambiarían, notablemente, a peor. Madrid ha tenido, por dos veces, suerte.

, En otro orden de cosas, quiero pensar que, si bien es cierto queel profesor constituyó una especie de fortuna histórica para Madrid, esta impresión no es meramente subjetiva. Por razones que no vienen al caso, en estos días ando preparando un libro sobre Madrid, al que ha sido convocada a colaborar una buena parte de las más ilustres personalidades de la vida pública y cultural madrileña, y se da la circunstancia de que en los escritos de la práctica totalidad de esas personas ilustres hay una referencia incidental o sustantiva a Tierno cuando se están refiriendo a la capital. Es como si por un mimetismo inevitable, por un impulso incontenible, hablar hoy de Madrid sin mentar a Tierno careciese de sentido. La coincidencia, además de agradarme, ha significado una revelación de algo que tomé como creencia subjetiva y escasamente objetivable. Tierno punto de referencia, el viejo alcalde como cita obligada para expresar cómo es el Madrid de hoy y cómo ha llegado a ser lo que es. Un dato que expresa con claridad la incidencia -la trascendencia- de su personalidad y de su obra como alcalde.Pero fue mucho más que un alcalde, y en ello hay que insistir. Intelectual preciso y brillante, profesor de densísimos conocimientos y hondo poso cultural, teórico profundo, ha sido muy bien definido por Morodo, en su ensayo ublicado en Ediciones EL PAÍS, como una rara personalidad que aunó, en su vida y en su obra, enigma, polémica y carisma.

Por último, no está de más llamar la atención sobre un hecho que, a fuerza de anunciarse, no ha podido materializarse aún, siendo algo que debería haberse puesto ya en marcha: todavía no se ha llevado a cabo la creación de una fundación, asociación o instituto que, cimentado en la personalidad compleja de Tierno, permita recopilar y estudiar su obra, profundizar en su pensamiento, buscar soluciones alternativas al sistema social, político y cultural, que, al decir de todos, precisa adecuarse en Occidente a las necesidades y deseos de la sociedad civil en los umbrales del siglo XXI.

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La Fundación Tierno Galván, o la Asociación Tierno, o como quiera que deba llamarse, es un reto que hay que asumir lo antes posible, y el esfuerzo hay que realizarlo. Porque, dos años después, Tierno, el Viejo Profesor, el amigo, sigue estando vivo en su obra y en su enseñanza, en su vida y en su ejemplo de sobriedad, de constancia intelectual y de autoridad moral, el componente ético, en definitiva, que perdura aunque pueda revestirse, como él lo hizo, de ironía, humor, escepticismo y distanciamiento. En un mundo necesitado de la utopía, de la esperanza, de seguridad en el futuro, hay un espejo en el que mirarse. En don Enrique Tierno, todavía.

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