Cartas al director

Entrada al 'ballet'

Como aficionada al ballet, he ido a hacer cola para conseguir localidades en las representaciones de Alvin Theater y Béjart del Festival de Otoño. En la primera tenía delante a una sola persona que, al abrise la taquilla, compró nada menos que 100 abonos. Las entradas que quedaban eran muy malas, y lo atribuí a esta compra excesiva que, a mi juicio, no debería permitirse a una sola persona.Pero aún fue peor lo sucedido con, el ballet de Béjart. Mis hijos iniciaron la cola a las cuatro de la madrugada, porque son jóvenes, ingenuos y animosos. Eran los primeros, y al abrirse las ta...

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Como aficionada al ballet, he ido a hacer cola para conseguir localidades en las representaciones de Alvin Theater y Béjart del Festival de Otoño. En la primera tenía delante a una sola persona que, al abrise la taquilla, compró nada menos que 100 abonos. Las entradas que quedaban eran muy malas, y lo atribuí a esta compra excesiva que, a mi juicio, no debería permitirse a una sola persona.Pero aún fue peor lo sucedido con, el ballet de Béjart. Mis hijos iniciaron la cola a las cuatro de la madrugada, porque son jóvenes, ingenuos y animosos. Eran los primeros, y al abrirse las taquillas se encontraron con la desagradable sorpresa -sorpresa para ellos- ya le he dicho, señor director, que son ingenuos- de que toda la parte central del Palacio de los Deportes no salía a la venta, ni para el primer abono ni para el segundo. Es decir: las 20 butacas centrales de todas las sillas de pista (las únicas que tienen buena visibilidad en el Palacio de los Deportes), al menos 800 entradas (400 en cada abono), habían desaparecido. ¿Vendidas a agencias? ¿Reservadas a autoridades? ¿Regaladas? ¿A quién y por qué? Ochocientas son muchas entradas, muchos compromisos, demasiadas reservas. ¿No se podría -decían los chicos- hacer una función aparte para toda esa gente tan importante que ocupa 800 plazas de las que deberían salir a la venta? De ese modo, los otros -la mayoría que madruga y paga la entrada- podrían sentarse alguna vez en los sitios buenos, podrían dejar de sentirse: marginados y ver el ballet -y otras cosas- desde el centro y no desde los laterales.

Señor director, después de tantos años de lateralidad, yo me conozco ya todas las respuestas a esas preguntas, pero cuando dos chicos, de 14 y 17 años, hacen ocho horas de cola y se sienten engañados y defraudados, una madre novelista y profesora de literatura se siente obligada a escribir una carta a un periódico independiente y rogar su publicación.-

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