Editorial:

Un viaje a Estados Unidos

JUAN PABLO II visita estos días las capitales más importantes del sur de los Estados Unidos. El país más poderoso del mundo se mide también por la extensión y peso específico de cada pieza de su mosaico religioso: 51 millones de católicos, diez millones de judíos, dos de musulmanes, una gran mayoría de familias protestantes, aparte de las innumerables sectas de corte oriental y de típico sincretismo autóctono. El catolicismo ha experimentado en las cuatro últimas décadas un crecimiento espectacular. El presidente Reagan, con su esposa, acudió a la escalerilla del avión, en Miami, para dar la b...

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JUAN PABLO II visita estos días las capitales más importantes del sur de los Estados Unidos. El país más poderoso del mundo se mide también por la extensión y peso específico de cada pieza de su mosaico religioso: 51 millones de católicos, diez millones de judíos, dos de musulmanes, una gran mayoría de familias protestantes, aparte de las innumerables sectas de corte oriental y de típico sincretismo autóctono. El catolicismo ha experimentado en las cuatro últimas décadas un crecimiento espectacular. El presidente Reagan, con su esposa, acudió a la escalerilla del avión, en Miami, para dar la bienvenida a quien calificó como el líder espiritual más popular del mundo.Esta visita del Papa ha hecho saltar al primer plano los números más impresionantes: 20 millones de dólares, aportados por católicos, judíos y protestantes, cuesta construir los escenarios; otros 10 millones se gastarán los diversos Estados para controlar la seguridad personal del Pontífice; 18.000 periodistas siguen el cortejo pontificio; el número de millones de personas que participarán directamente o seguirán por la pantalla todos los movimientos del Papa superará los 200 millones. Este viaje marca un nuevo récord con respecto a los anteriores desplazamientos del papa Wojtyla y de cualquier otro líder mundial.

Se ha presentado esta visita como un esfuerzo del Vaticano para someter a los católicos discrepantes. En la conferencia de prensa improvisada en el vuelo de ida con los periodistas, el Pontífice minimizó la importancia de los sectores críticos, apoyándose en el argumento de la desproporción del número. Pero estos sectores críticos están capitaneados por teólogos, religiosas y movimientos laicales que actúan con la benevolencia y aun la defensa de muchos obispos. En la conversación con los periodistas, el Papa utilizó el término teocracia para definir a la Iglesia, frente a los posibles contagios de las concepciones democráticas de la sociedad americana.

Wojtyla insiste, en casi todas sus intervenciones, en lo que él entiende por verdadera libertad. La asociación de la libertad con la verdad en singular, como algo poseído, constituye el núcleo de cualquier discurso integrista. Este enfrentamiento del jefe de la Iglesia católica con el liberalismo pragmático americano afecta no sólo a la Iglesia de aquel país. Los católicos europeos, los creyentes de otras religiones y la opinión pública mundial están atentos a ese debate entre el gigantesco aparato personal del Papa y una sociedad que tiene un concepto arraigado de la autonomía individual.

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La Iglesia no se rige, ciertamente, por el juego de las mayorías. No es el número sino la solidez de los razonamientos. Conviene, con todo, aclarar que las universidades católicas americanas, y concretamente sus teólogos, han conquistado un merecido prestigio en todo el orbe católico. Su objetivo no es el mimetizar la democracia civil, sino el de ser más fieles a lo que la investigación teológica descubre sobre las fuentes de la revelación cristiana. De ahí el cuestionamiento del autoritarismo con que algunos organismos del Vaticano han tratado a teólogos, religiosas e incluso obispos americanos. Se explica así que el 93% de los católicos americanos opinen que es bueno discrepar de ciertas opiniones del Papa.

Tradición y libertad religiosa parecían haberse hermanado en el último concilio. La Iglesia americana, una de las más sumisas hasta hace dos décadas, ha elevado su nivel de reflexión teológica y moral y le ha puesto a la par de los investigadores de sus universidades profanas. El episcopado ha ido estimulando y asumiendo esta modernización, como lo demuestran sus famosas declaraciones sobre desarme y sobre la democracia económica, que han sido discutidas públicamente. Las viejas iglesias de Europa, las de Latinoamerica, admiran el valor y la solidez de los obispos y de los teólogos norteamericanos. Con toda certeza, el Papa recibirá el aplauso de millones de americanos. Reagan traducirá las palabras pontifÍcias a sus conveniencias políticas. Pero en ese debate sobre la libertad, sobre la justicia y sobre la verdad se está jugando la esperanza de modernización de la Iglesia católica.

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