Cartas al director

Las siamesas

El caso de las hermanas siamesas McCarther, que llevan 38 años viviendo unidas por la cabeza, me puso los pelos de punta cuando las vi por primera vez en una foto de The Observer, en Londres en 1981. Sin embargo, las reflexiones que provocaron en mi me llevaron, junto a otras experiencias profesionales con enfermos mentales y retrasados, a cuestionar el cientifismo psico-médico dominante en la Europa liberal que tiende a justificar el aborto e incluso la eutanasia de los recién nacidos con defectos físicos o psíquicos. (Estas reflexiones me llevarían más tarde, a pe...

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El caso de las hermanas siamesas McCarther, que llevan 38 años viviendo unidas por la cabeza, me puso los pelos de punta cuando las vi por primera vez en una foto de The Observer, en Londres en 1981. Sin embargo, las reflexiones que provocaron en mi me llevaron, junto a otras experiencias profesionales con enfermos mentales y retrasados, a cuestionar el cientifismo psico-médico dominante en la Europa liberal que tiende a justificar el aborto e incluso la eutanasia de los recién nacidos con defectos físicos o psíquicos. (Estas reflexiones me llevarían más tarde, a pesar de mi agnosticismo y radicalismo, a incluir el rechazo de todo aborto por coherencia de ética no violenta y no segregacionista.)Vicente Verdú (véase EL PAIS de 7 de mayo) concluye su descripción de estas hermanas afirmando que ellas demuestran que el ser humano privado de soledad "se convierte necesariamente (mi subrayado) en un monstruo". Bien al contrario, lo que demuestran es la formidable capacidad del ser humano a sobreponerse al destino más cruel y mantener su integridad y dignidad espiritual. En la crónica de The Observer, ellas hablan de la hostilidad que su mera presencia en las calles levantaba a veces. Oían gritos de horror, exclamaciones indignadas, peticiones de que deberían mantenerse encerradas porque su presencia ofendía la sensibilidad, etcétera. A todo ello, y a sus experiencias como muestras de circo, se han sobrepuesto sin que se sepa que vivan sumidas en la desesperación o que hayan solicitado la eutanasia voluntaria.Dio la casualidad de que su aparición en The Observer coincidió con el juicio contra el doctor Leonard Arthur en Londres, quien había dejado morir, con el acuerdo de los padres, a un recién nacido mongólico. Este doctor fue declarado inocente con el apoyo de figuras eminentes de la medicina y la intelectualidad británicas, desde el agnóstico A. J. Ayer al católico Graham Greene. Hoy sabemos que un 10% de los recién nacidos con defectos mucho menos grotescos y angustiosos que el de las hermanas MacCarther es abandonado a la muerte por inanición en países como el Reino Unido u Holanda, que se nos presentan como modelos de una nueva ética pro muerte por los mediopensantes de un europeísmo ético acrítico. A pesar de mis discrepancias con la Iglesia católica en otros terrenos, no puedo por menos de aplaudir su respeto teórico por todo individuo humano tan bellamente simbolizado en ese doble bautismo de la niña (las niñas) bicéfala de Sevilla recogido en el mismo número de EL PAIS que el artículo de Verdú.-

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