Cartas al director

Televisión privada

Creo que las opiniones vertidas por el editorial de EL PAÍS del pasado a 7 de abril, acerca de la regulación por el Gobierno de la televisión privada, son bastante sospechosas.Ese día antes de iniciarme en el texto, no sé por qué antojo me vino a la mente que sus intenciones podían ir más por satisfacer los intereses de la editorial PRISA, que por hacer un exhaustivo análisis de esta medida del Gobierno. La posterior lectura me lo acabó confirmando.

Cierto es, como ustedes bien exponen en su editorial, que los socialistas, desde que accedieron al poder, no han hecho más que olvidarse v...

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Creo que las opiniones vertidas por el editorial de EL PAÍS del pasado a 7 de abril, acerca de la regulación por el Gobierno de la televisión privada, son bastante sospechosas.Ese día antes de iniciarme en el texto, no sé por qué antojo me vino a la mente que sus intenciones podían ir más por satisfacer los intereses de la editorial PRISA, que por hacer un exhaustivo análisis de esta medida del Gobierno. La posterior lectura me lo acabó confirmando.

Cierto es, como ustedes bien exponen en su editorial, que los socialistas, desde que accedieron al poder, no han hecho más que olvidarse voluntariamente del tema de la televisión privada. No menos cierta resulta la afirmación de que la actual Administración no va a dejar ni un cabo suelto en su afán de controlar este medio. Tampoco esto nos coge desprevenidos, pues, como todo el mundo sabe, la televisión es un pastel, y el Gobierno no rechaza su degustación tan fácilmente.

Sin embargo, el editorial en cuestión se acerca más al alegato de un pequeño al que su hermano sólo ha dejado las migajas de ese pastel que a un estudio riguroso del proyecto de ley. Esta corta participación que los socialistas han querido dar a los multimedia responde perfectamente al objetivo de que exista pluralidad en las sociedades televisivas que se formen en el futuro. Pero, obviamente, eso no conviene ni lo más mínimo a las estructuras empresariales que respaldan a su periódico ni a otras grandes empresas periodísticas que ya habían previsto expandir "su" información también por nuestras pantallas.

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Las nuevas entidades televisivas podrán ser más fácilmente manipuladas por la Administración de este modo, pero entre una y otra opción, ¿cuál resulta peor?

Sé que las posibilidades de que esta misiva sea publicada son escasas. En el caso de que llegara a imprimirse en sus páginas, podría interpretarse como toda una lección de esa pluralidad que todos los que estamos en este mundo de la información auspiciamos para la televisión privada.-

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