El abogado de Abdalá acusa a Francia de vulnerar los derechos de su defendido

Jacques Vergés, el abogado de Georges Ibrahim Abdalá, ha pedido la intervención del ministro de Justicia, Albin Chalandon, para que salvaguarde los derechos de la defensa en el caso Abdalá, después de las revelaciones del primer abogado de Abdalá, Jean-Paul Mazurier, en las que confiesa que era un topo de los servicios secretos franceses. Mazurier defendió a Abdalá en el proceso celebrado en Lyón en julio de 1986, donde fue juzgado por asociación de malhechores, documentación falsificada y tenencia ilegal de armas.

El agente secreto revestido con toga de defensor consiguió una sentencia...

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Jacques Vergés, el abogado de Georges Ibrahim Abdalá, ha pedido la intervención del ministro de Justicia, Albin Chalandon, para que salvaguarde los derechos de la defensa en el caso Abdalá, después de las revelaciones del primer abogado de Abdalá, Jean-Paul Mazurier, en las que confiesa que era un topo de los servicios secretos franceses. Mazurier defendió a Abdalá en el proceso celebrado en Lyón en julio de 1986, donde fue juzgado por asociación de malhechores, documentación falsificada y tenencia ilegal de armas.

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El agente secreto revestido con toga de defensor consiguió una sentencia suave, cuatro años de cárcel, sobre los 10 que la ley prevé como máximo para estos delitos. Con dos años de prisión preventiva ya cumplidos, Abdalá podría haber salido pocos meses después. Mazurier defendló también a otros miembros de las Fracciones Armadas Revolucionarias de Líbano (FARL), en un caso con notable éxito, pues consiguió la absolución pata Josephine Abdo en uno de los procesos instruidos contra ella en Italia.Jacques Vergès, en la carta dirigida a Albin Chalandon, asegura que "es la primera vez en la historia agitada de Francia en que el Estado mandó al lado de un acusado un agente de los servicios especiales, disfrazado de abogado, para traicionarle en la defensa". Vergés asegura que ni bajo el terror jacobino, ni bajo el terror blanco, ni bajo la ocupación alemana se llegó a producir algo comparable, cuya responsabilidad atribuye al Gobierno de Laurent Fabius, siendo jefe del Estado François Mitterrand, y ministro de Justicia, Robert Badinter. Vergès asegura que la Convención Europea de Derechos Humanos y el código de procedimiento penal francés han sido vulnerados en el proceso contra Abdalá. Aunque Mazurier sólo defendió al libanés en el proceso de Lyón, el primer sumario fue añadido al proceso que acaba de concluir en París. La investigación policial de todo el caso fue realizada por la Dirección de Vigilancia del Territorio, el contraespionaje francés, para el que Mazurier ha trabajado hasta ahora, según su propia confesión. Uno de los apéndices secuestrados por orden judicial del libro El agente negro. Un topo en el caso Abdalá, es una carta del ex director del contraespionaje, Yvez Bonnet, en la que reconoce que Mazurier es uno de sus agentes.

Vergès solicita al ministro de Justicia que provea en casación contra la sentencia del Tribunal de París, que condenó a Abdalá a cadena perpetua, después de haber renunciado a su derecho de recurrir como defensor contra la sentencia y de haber anunciado que Abdalá jamás solicitará la gracia presidencial. A efectos prácticos, la condena contra Abdalá no puede ser anulada, por lo que Vergès asegura que un tal recurso del ministro de Justicia sólo puede favorecer a la justicia francesa.

Las revelaciones de Mazurier en el libro y ante las cámaras de televisión aportan, sin embargo, un elemento de complejidad inesperado al proceso contra el dirigente de las FARL. La utilización del abogado defensor y la infiltración de las FARL por el contraespionaje francés inciden en la demostración intentada por Vergès y por Abdalá de que éste ha sido un proceso político, en el que no se ha juzgado la legalidad de unos comportamientos, sino que se ha condenado una causa, bajo las presiones de los Gobiernos norteamericano e israelí. La revelación de Mazurier, en cualquier caso, simplifica la presentación de Georges Ibrahim Abdalá, ante la opinión árabe principalmente, como una víctima y un rehén de la política francesa.

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