Cartas al director

Periodista en Nicaragua

Recientemente estuve en Managua y pude asistir a una polémica, similar a la habida en su periódico, protagonizada por los corresponsales de L'Unitá y La Repubblica con sus respectivos lectores y con los cooperantes italianos en Nicaragua.Yo mismo, también periodista, fui reiteradamente invitado por internacionalistas españoles a informar correctamente de lo que sucede en aquel país.

Y es que la revolución nicaragüense suscita fundamentalmente tres tipos de actitudes en quienes la siguen: adhesiones previas, rechazos previos y avidez de información.

Todas son ...

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Recientemente estuve en Managua y pude asistir a una polémica, similar a la habida en su periódico, protagonizada por los corresponsales de L'Unitá y La Repubblica con sus respectivos lectores y con los cooperantes italianos en Nicaragua.Yo mismo, también periodista, fui reiteradamente invitado por internacionalistas españoles a informar correctamente de lo que sucede en aquel país.

Y es que la revolución nicaragüense suscita fundamentalmente tres tipos de actitudes en quienes la siguen: adhesiones previas, rechazos previos y avidez de información.

Todas son comprensibles, si bien el trabajo del periodista debe servir a la última, lo que puede provocar el desencanto de quienes ponen el acento en las dos primeras.

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Pongamos un caso, motivo de polémica en EL PAÍS: la elaboración de la Constitución en Nicaragua. No es posible limitarse a hacer una pulcra información jurídica. No se contaría toda la verdad, y por tanto, se adulteraría.

No es lícito infórmativamente abstraerse de la representatividad o no del Parlamento nica o del proceso de acomodación (ya experimentado, por otra parte, en países del Este europeo) de los partidos burgueses presentes en la Cámara al sistema emergente, con la esperanza de participar, aunque sea mínimamente, en algún resquicio del poder.

Otro caso: la guerra. Con difícil acceso a los frentes, censura total sobre informaciones militares, la guerra en Nicaragua puede llegar a parecer algo fantasmagórico. Las publicaciones oficialistas denotan un esfuerzo por demostrar que la guerra existe y se gana.

La guerra como instrumento de movilización y moralización de un pueblo al que se trata de incardinar en un nuevo orden sociopolítico y que carece, mientras tanto, de prácticamente todo. ¿Cómo valorar la guerra? Necesariamente habrá de hacerse desde fuera de Nicaragua, desde los países vecinos, desde Estados Unidos y Europa, porque allí no queda más que la posibilidad de los testimonios aislados. ¿Hasta qué punto son válidos?

A mí, unos testigos presenciales me relataron cómo el Ejército sandinista quemó a una familia de campesinos dentro de su casa, en Chontales, porque se negaba a ser reasentada (los reasentamientos forman parte de una estrategia política: la colectivización, pero también de una estrategia militar: desertizar territorio donde actúa la contrarrevolución). ¿Cómo contrastar el testimonio? ¿Ocultarlo?

A los lectores les interesa todo esto. Como les interesa calibrar si la revolución es nacionalista o socialista, si el Frente Sandinista es ya el Estado o sólo lo ocupa. Si los yanquis son intrínsecamente egoístas en su política exterior o se trata realmente de un tour de force entre las dos superpotencias por la hegemonía en Centroamérica.

Un último caso: ¿qué tiene más valor informativo: la imposibilidad constitucional de reelección del presidente de la República de Nicaragua o saber que los soldados nicas aprenden ruso y son instruidos en los rudimentos del materialismo histórico y dialéctico?

El informador se encuentra en Nicaragua con un rompecabezas que habrá de ordenar para no quedarse en la mercadotecnia y ,en la superficie del proceso. En la mayor parte de los casos no podrá avalarse más que con su habilidad y honestidad profesionales. Confirmar, contrastar, en un país militarizado y bajo censura, casi nunca es posible... y, pese a ello, hay que informar.

A mí, el trabajo de José Comas me parece correcto.-

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