Tribuna:ANÁLISIS

La educación, ante la sociedad futura

La historia de la humanidad ha transcurrido plagada de dolorosos enfrentamientos, de miserias y de afrentas a la dignidad humana, aunque también es la historia del progreso de la civilización. Concretamente, el creciente bienestar material, los avances espectaculares de la ciencia y de la tecnología, las importantes conquistas sociales, el ingente patrimonio cultural acumulado y las cotas de libertad y de participación democráticas alcanzadas en muchos países justifican mayores esperanzas. Actualmente, las perspectivas de la sociedad moderna están apoyadas sobre todo en la rápida acumulación d...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La historia de la humanidad ha transcurrido plagada de dolorosos enfrentamientos, de miserias y de afrentas a la dignidad humana, aunque también es la historia del progreso de la civilización. Concretamente, el creciente bienestar material, los avances espectaculares de la ciencia y de la tecnología, las importantes conquistas sociales, el ingente patrimonio cultural acumulado y las cotas de libertad y de participación democráticas alcanzadas en muchos países justifican mayores esperanzas. Actualmente, las perspectivas de la sociedad moderna están apoyadas sobre todo en la rápida acumulación del conocimiento, en el rápido progreso tecnológico y en la omnipresencia de las comunicaciones.En ese contexto, el hombre se enfrenta hoy día, de manera pasiva o de forma acuciante y reflexiva, a la búsqueda de su plena identidad cultural, al dominio del conocimiento, de la información y de la tecnología, entre otros aspectos, pero sobre todo a la integridad de su dignidad humana amenazada por el desempleo, por la escasa solidaridad y justicia social o por las numerosas formas existentes para recortar la libertad.

El reconocimiento internacional del derecho a la igualdad de oportunidades en materia de educación como derecho fundamental del hombre y la valoración, a lo largo de las últimas décadas, de que las inversiones en educación son finalmente las más rentables social y económicamente fueron los grandes acicates de la rápida expansión de los sistemas educativos en todo el mundo, particularmente en los años sesenta. Pese a que la planificación educativa insistió en aquel entonces en la primacía de la calidad de la educación y en la eficaz gestión del sistema educativo y de sus recursos, los ingentes déficit escolares existentes por aquellos años en todos los.niveles y la demanda social altamente motivada obligaron en muchos casos a una respuesta rápida de justicia distributiva que no siempre permitía tomar las medidas deseables para garantizar en todos los aspectos la calidad necesaria. Sin embargo, sería, injusto no reconocer que, pese a muchas y aun grandes la gunas en contenidos, métodos y medios, se dio generalmente también un gran salto de Calidad en términos comparativos con la situación general de la educación en el pasado, además de las excepcionales iniciativas y experiencias dirigidas por algunos notorios pedagogos e instituciones de excelencia.

Eran aquellos años de gran crecimiento económico durante los que nadie planteaba aún los límites o los desafios del crecimiento, dando por supuesto el pleno empleo de la oferta educativa ante las oportunidades que ofrecían el mercado de trabajo interior o el exterior. Aun así se reconocían y se procuraban resolver algunas inadecuaciones de las estructuras y de los métodos y medios de enseñanza para lograr una incorporación más fácil y eficaz de los graduados a la actividad profesional. Por aquel entonces se empezó a propugnar la educación global y permanente al servicio del hombre total. Sin embargo, en la práctica terminó imponiéndose en muchos casos el continuismo.

Las nuevas realidades, en particular las culturales, económicas y tecnológicas, obligan ahora a un replanteamiento, sobre todo ante la fuerte tendencia a pasar del trabajo manual al intelectual, de la profesión vitalicia al cada vez más frecuente cambio de profesión, de la actividad repetitiva a la combinatoria y a la creatividad, y de las actividades de producción industrial a las de comunicaciones y servicios. Sin embargo, además de estas tendencias ha venido a ponerse dramáticarnente de relieve la necesidad de revisar la estructura tradicional de los sistemas educativos formales y de incluir con la mayor Consideración las enseñanzas no formales más diversas, además de actualizar los contenidos de la enseñanza, que no puede limitarse a la transmisión del conocimiento, sino que tiene que ser complementada por un planteamiento anticipatorio que, familiarice a los alumnos y profesores de los diversos niveles de ensenanza con la problemática mundial, la tecnología más avanzada y los métodos de gestión de la sociedad moderna.

Rentabilidad

Por otra parte, y comoquiera que las oportunidades de empleo han mermado considerablemente, la oferta educativa tradicional ha sido sometida a escrutinio, y así se han puesto dramáticamente de manifiesto los considerables problermas de rentabilidad de los sistemas educativos, incluidas las pruebas académicas, de madurez y de selectividad, que han puesto a veces en entredicho hasta los principios de evaluación continua, confundiendo su verdadera naturaleza y alcance. El tema central y más candente de esta legítima dialéctica es el de la calidad de la educación y su adecuación a las necesidades del hoy y del mañana. Conviene subrayar la dificultad de establecer criterios objetivos para medir algunos aspectos importantes de la calidad educativa, ya que: en la interacción entre alumnos y profesores también intervienen significativamente el entorno, la institución educativa -que también debe ser evaluada, junto con la oferta cultural de la comunidad en la que está inserta-, así como los medios materiales para la enseñanza. Por otra parte, la administración educativa, sobre todo la de un país, por muy buenas leyes o normas que imparta, nunca puede llegar a influir directa y eficazmente en las aulas, donde se realiza realmente el acto educativo, y menos aún en la relación del aprendizaje profesor-alumno, que tiene que ver con los mecanismos últimos y unipersonales del aprendizaje individual. En esa realidad íntima y decisiva, la labor insustituible es la del profesor con verdadero conocimiento, formación y vocación, y la garantía real es la existencia de una verdadera escuela o institución educativa en búsqueda de una educación de excelencia, ayudando a todos a tratar de lograr los más altos niveles de conocimiento y formación. En la práctica, sin embargo, eso se da en contados casos y requiere medios humanos y materiales excepcionales, pero, sobre todo, verdaderos maestros.

Con vistas a la futura sociedad, las relaciones entre la oferta educativa y las oportunidades de empleo parece ser que vendrán marcadas por las nuevas tecnologías, que van abriendo nuevos horizontes y modalidades, junto con un sinfín de nuevas actividades subsidiarias, sin olvidar que, pese a las atractivas visiones de la tercera ola, ninguna sociedad (de subsistencia, agropecuaria o industrial) ha venido hasta la fecha a sustituir totalmente a la anterior, sino que coexisten en forma acumulativa en una proporción muy significativa. A la sociedad de la información, de la comunicación o del conocimiento le ocurrirá lo mismo, pero además es muy probable que provoque una sociedad de servicios personales, producto de los nuevos valores y hábitos de vida, que requieren nuevas soluciones de convivencia. En ese sentido es previsible una gran demanda de servicios de carácter social para la atención de los ancianos desvalidos en ausencia de las familias extensas del pasado, para la atención de los enfermos solitarios, para el cuidado de los niños cuyos padres trabajan, para la organización del ocio de distintos grupos de población, etcétera. Estas actividades pueden llegar a constituir la demanda de un gran colectivo de ocupaciones eficaces, complementarias de los empleos productivos y que podrían paliar la desesperanza de los parados actuales y futuros.

En todo caso, existe un consenso generalizado de que la educación debe preparar para aprender a vivir, dando un sentido a la vida, a convivir en una sociedad pluralista, y a trabajar creativamente. Tales exigencias pueden ser alcanzadas solamente gracias al cultivo de valores éticos a través del ejemplo, de la disciplina y del esfuerzo sostenido, junto con un espíritu de generosidad hacia los demás y de exigencia hacia uno mismo. La dignidad de la condición humana exige antes que todo cultivar los valores de espíritu y de la cultura para vivir en plenitud. También necesita cultivar los valores e instrumentos sociales para convivir eficazmente en sociedad. Pero el hombre o la mujer no se sentirán nunca tales si no dominan los conocimientos y las destrezas que les permitan ejercer un puesto de trabajo o una ocupación. Es decir, un papel concreto en el gran teatro del mundo.

Ricardo Diez Hochleitner es coordinador de la Semana Monográfica que la Fundación Santillana organiza en Madrid del 1 al 5 de diciembre.

Archivado En