Cartas al director

El que se pica

Una vez más, en esta sección se ha hecho referencia con la crítica consiguiente a las fotos publicadas por este diario del campeón en premios de juegos de azar en España, señor Lapuente.Y de nuevo una siente cierto prurito de malestar al leerlo. Me explico: la Constitución Española protege nuestros derechos fundamentales, entre ellos, y quizá el más susceptible, es el derecho a la intimidad. Digo susceptible porque si bien este derecho está amparado por la Constitución, se viola con facilidad por, digamos, amigos, vecinos, compañeros y personas que directa o indirectamente, tengan alguna relac...

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Una vez más, en esta sección se ha hecho referencia con la crítica consiguiente a las fotos publicadas por este diario del campeón en premios de juegos de azar en España, señor Lapuente.Y de nuevo una siente cierto prurito de malestar al leerlo. Me explico: la Constitución Española protege nuestros derechos fundamentales, entre ellos, y quizá el más susceptible, es el derecho a la intimidad. Digo susceptible porque si bien este derecho está amparado por la Constitución, se viola con facilidad por, digamos, amigos, vecinos, compañeros y personas que directa o indirectamente, tengan alguna relación con nosotros. Y cuando esto sucede, es decir, cuando nos enteramos que alguien ha metido o intentado meter las narices en nuestros asuntos, lo calificamos de cotilla o de portero (con perdón a este colectivo), como nos debe constar también que nosotros hemos sido alguna vez tchados de lo mismo. Pues bien, estos comadreos, salpicados de mala intención la mayoría de las veces, en los que todos hemos estado involucrados en alguna ocasión, forman parte de las relaciones cotidianas sin que nadie, incluso hasta la cabeza de turco, sienta vapuleada, agredida y maltratada su intimidad hasta el punto de hacer correr regueros de tinta invocando a la Constitución. ¡Por favor, que no llegue la sangre al río! La Constitución está por encima de todo esto; ya es demasiado revuelo armado por los corazones sensibles en tomo a la publicación de las fotografías del gran afortunado, señor Lapuente.

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No ha habido y hago de abogado del diablo, ningún periódico sucio ni amarillento, sólo una información y unas fotos que se asociaban. Esto empieza a convertirse en la increíble y triste historia del cándido afortunado y el fotógrafo desalmado.

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No sé si viene al caso, pero ¿no hay un refrán muy popular que dice: "el que- se pica ajos come"?-

Abogada.

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