Editorial:

Bandazo a la derecha en EE UU

LA DECISIÓN de Ronald Reagan de nombrar al juez William Rehnquist como presidente del Tribunal Supremo es una medida destinada a tener consecuencias de largo alcance en la historia de EE UU. No es exagerado decir que las sentencias de dicho tribunal han ejercido una influencia mayor, para configurar la evolución de la sociedad norteamericana, que muchas decisiones de los cuerpos legislativos. Algunas de las medidas que Reagan ha defendido con más ahínco -con el apoyo de los sectores ultraconservadores en sus campañas electorales, como la ilegalización del aborto y el restablecimiento de la ora...

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LA DECISIÓN de Ronald Reagan de nombrar al juez William Rehnquist como presidente del Tribunal Supremo es una medida destinada a tener consecuencias de largo alcance en la historia de EE UU. No es exagerado decir que las sentencias de dicho tribunal han ejercido una influencia mayor, para configurar la evolución de la sociedad norteamericana, que muchas decisiones de los cuerpos legislativos. Algunas de las medidas que Reagan ha defendido con más ahínco -con el apoyo de los sectores ultraconservadores en sus campañas electorales, como la ilegalización del aborto y el restablecimiento de la oración en las escuelas públicas, exigen, para poder ser aplicadas, un cambio en la composición del Tribunal Supremo. Ahora, al designar a Relinquist para ese cargo tan decisivo, el objetivo de Reagan no es tanto colocar a un jurista de reconocida valía como crear las condiciones para que la ola reaccionaria que caracteriza su presidencia pueda extenderse a nuevos aspectos de la vida cultural, social, incluso individual, de los ciudadanos norteamericanos.Después de una etapa netamente conservadora del Tribunal Supremo en los inicios de este siglo, el presidente Roosevelt logró, en 1937, modificar su composición y obtener una jurisprudencia más abierta a las nuevas corrientes sociales, que fue decisiva para facilitar su política de intervencionismo estatal y los primeros pasos de una legislación laboral. Posteriormente, en la etapa en que Earl Warren fue presidente del Tribunal Supremo, entre 1953 y 1969, las sentencias se inclinaron inclinado en un sentido progresista, particularmente en la superación de la segregación racial. El problema que ha tenido Reagan desde su llegada a la Casa Blanca es que resultaba muy dificil borrar los efectos de la etapa progresista de Earl Warren. El sucesor de éste, Warren Burger, designado por Nixon por su talante conservador, no pudo llevar a cabo la contrarrevolución que los sectores reaccionarios esperaban. Sin duda, el punto más negro de su labor es la decisión de 1976 que autoriza a los Estados restablecer la pena capital, al punto de que actualmente hay en las cárceles de EE UU unos 1.700 condenados a muerte. Pero en otras cuestiones el Tribunal Supremo se ha resistido a las presiones de la derecha y siguen vigentes las leyes contrarias a la segregación racial.

Por una sentencia de 1973 se ha reconocido el derecho de la mujer a interrumpir el embarazo. Éste es uno de los temas en los que Reagan ha ejercido mayores presiones y ha manifestado mayor disgusto ante las actitudes del Tribunal Supremo. Hace poco más de una semana, el presidente Burger, que en 1973 había votado a favor del aborto, cambió su voto. Sin embargo, no fue suficiente para variar la posición que el Tribunal sostiene desde 1973. El descontento contra Burger en la Casa Blanca y en los medios ultraconservadores creció en los últimos tiempos y es lógico pensar que ello ha pesado bastante en su dimisión. La razón oficial, no obstante, se ha centrado en la necesidad de que Burger se encargue plenamente de la preparación de las ceremonias, en 1987, del segundo centenario de la Constitución de EE UU.

Con el nombramiento de Refinquist se pasa de un conservador moderado a un conservador de combate y, según muchos comentarios, con mayores condiciones intelectuales y temperamentales para influir sobre la actitud de sus colegas. El balance de Rehriquist como juez del Tribunal Supremo es claro: fue el único que no votó la sentencia que obligó a Nixon a entregar las cintas de Watergate, calificó las disposiciones que ampliaban los derechos de los negros como "prescripciones que abren la vía a la anarquía", se opuso al aborto, y propuso el restablecimiento de la oración en las escuelas públicas. Por añadidura, con la designación de Antonin Scalia para cubrir la vacante de Burger, Reagan ha dado un paso más para teñir de conservadurismo la alta judicatura.

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