Cartas al director

El asesinato de un joven

Cuando un joven es asesinado en plena calle mientras intenta pasar un rato de ocio y esparcimiento en compañía de sus amigos a todos se nos pone un nudo en la garganta y nos invade la indignación de la impotencia.Aunque el grito sea, como casi siempre, a agua pasada, hay que gritar pidiendo y exigiendo que se pongan los medios necesarios para que sea posible una convivencia pacífica en nuestra ciudad.

Sucesos como el de la muerte de Miguel García Hernández entristecen a todos los habitantes de Alcalá; pero permítasenos a los jóvenes, a los que cada día, tras nuestras horas desangrante p...

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Cuando un joven es asesinado en plena calle mientras intenta pasar un rato de ocio y esparcimiento en compañía de sus amigos a todos se nos pone un nudo en la garganta y nos invade la indignación de la impotencia.Aunque el grito sea, como casi siempre, a agua pasada, hay que gritar pidiendo y exigiendo que se pongan los medios necesarios para que sea posible una convivencia pacífica en nuestra ciudad.

Sucesos como el de la muerte de Miguel García Hernández entristecen a todos los habitantes de Alcalá; pero permítasenos a los jóvenes, a los que cada día, tras nuestras horas desangrante paro o las de merecido descanso después de nuestro tabajo o estudios, intentamos pasar un rato agradable en una zona, la zona, nos sintamos si cabe más afectados.

Nuestro dolor no nos debe impedir exigir que se pongan soluciones que eviten lo que en la madrugada del sábado golpeó nuestras conciencias.

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Llama la atención que aparezcan policías hasta de debajo de las piedras ante cualquier manifestación de peticiones justas, y que, en cambio, una ciudad como la nuestra no esté suficientemente protegida cuando en ella se organiza una movida como la del sábado, las 24 horas, que, como cualquier otra concentración grande de gente, atrae a un número mayor de lo habitual de delincuentes.

Hay que decir que seguramente esta muerte gratuita se podría haber evitado manteniendo una presencia policial, profesional y sin estridencias, en las zonas que suelen ser lugares de reunión hasta altas horas, en las que los indeseables hacen su aparición para atentar contra la sociedad y, de esta forma, se protegería tanto a los que allí buscan esparcimiento como a los que trabajan para proporcionarlo.

Es necesario denunciar incansablamente, hasta la saciedad, esas ataduras alienantes que reducen la persona al estado de reptil traicionero consigo mismo y con los demás.

Tenemos que superar la tristeza natural que nos produce esta muerte y gritar todos a coro que nadie puede limitar, y menos con manos asesinas, el derecho al esparcimiento o reunión de las personas en cualquier momento.

Hay que gritar, por último: ¡Estamos contigo, Miquel! Que tu muerte traicionera sirva por lo menos para que nunca suceda otra vez, porque todos, entes públicos con su clara responsabilidad, y nosotros luchemos de verdad por hacer una ciudad tranquila y habitable.- Consejo de la Juventud de Alcalá de Henares,

Madrid.

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