Editorial:

Un poco de nieve sucia

LA MAYOR desdicha que denota el cometa Halley es nuestra indiferencia. En su visita anterior - 1909-, decenas de miles de personas se refugiaron en el Vaticano, al que consideraban un lugar muy recomendable, para esperar el fin del mundo; en Chicago las gentes cegaron las rendijas de sus casas para librarse de los supuestos gases venenosos de su cola. Y algunas personas se suicidaron en varios lugares del mundo por no presenciar los horrores previstos.Ahora, nada. Se le despacha con la descripción de un astrónomo: es "una bola de nieve sucia" (Fred Whipple). Cierto que suceden catástrofes en e...

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LA MAYOR desdicha que denota el cometa Halley es nuestra indiferencia. En su visita anterior - 1909-, decenas de miles de personas se refugiaron en el Vaticano, al que consideraban un lugar muy recomendable, para esperar el fin del mundo; en Chicago las gentes cegaron las rendijas de sus casas para librarse de los supuestos gases venenosos de su cola. Y algunas personas se suicidaron en varios lugares del mundo por no presenciar los horrores previstos.Ahora, nada. Se le despacha con la descripción de un astrónomo: es "una bola de nieve sucia" (Fred Whipple). Cierto que suceden catástrofes en el momento en que se aproxima a la Tierra, como las hay durante las visitas de otros cometas (se conocen unos 53), pero también se producen en los largos plazos sin cometa. Se han hecho estadísticas (Jean-Claude de Fontbrune) y se sabe que las desgracias son mucho más abundantes que los cometas y no tiene ciclos: son permanentes.

El desastre de este nuevo paso del Halley es, por tanto, nuestro descreimiento, nuestra imposibilidad de establecer relaciones de causalidades. No es capaz de saciar nuestra ansiedad por la busca de culpables: nos deja, otra vez, solos. Si el cometa Halley tuviera la personalidad humanoide que le atribuían los antiguos -nuestros padres, nuestros abuelos- más bien podría él comenzar a establecer una situación diabólica cuando sintiese que la Tierra se aproxima a él, Su masa, su cola, va a ser ahora atravesada por sondas y satélites -rusos, norteamericanos, japoneses-, fotografiada, radiografiada, analizada. Algunos cuerpos disparados desde aquí se estrellarán contra él. Es más peligrosa la Tierra para el Halley que él para la Tierra.

Ésta es la primera vez en la historia en que la ciencia puede hacer aproximaciones más que ópticas al cometa desmelenado. Se supone que hace unos cinco millones de años una especie de magma helado dejó desprender unos cuantos trozos; uno sería la Tierra -y todo el sistema en que estamos inscritos-; otro, el cometa Halley. Los científicos podrían descubrir en su estado actual la forma, la consistencia, la naturaleza de lo que fue nuestro querido pedrusco.

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Esta manera de considerarlo es bastante distinta de la de otros tiempos, cuando los teólogos lo describían como "el humo de los pecados humanos", cuando se relacionaba con muertes de reyes, batallas ganadas o perdidas, epidemias o volcanes. El único fenómeno esotérico que ha producido es un ligero aumento en las ventas de telescopios y prismáticos y una serie de productos -camisetas, bolsas de deporte, zapatos...- con su icono: como un cantante pop. Todo lo demás ha muerto ya, y el cometa que viene de Oort -un desconocido lugar glacial y silencioso en la oscuridad intergaláctica- no tiene necesidad de aumentar nuestros miedos. Somos autosuficientes, autárquicos: los producimos y los consumimos aquí mismo.

Su aspecto más fatídico es el efecto de péndulo. El hijo que le salió mal al rico jabonero inglés Halley y se dedicó a la ciencia en lugar de a la industria familiar descubrió este cometa y su carácter cíclico: su merodeo constante en torno a la Tierra cada 75 años. Sólo los niños que hoy lo vean tendrán alguna posibilidad de asistir de nuevo a su paso. Reparecerá en el año 2061, sea como sea la Tierra entonces. La visión del cometa Halley apenas da para una aparición en la vida, y nuestra ocasión acaba ahora. Esta es su última poesía: la del reloj. Un aguafiestas: como el Eclesiastés.

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