Cartas al director

Silos y plantas

Mediante estas líneas desearía responder a la carta de don Miguel A. Rodríguez, de Torrejón de Ardoz (Madrid), publicada el día 10 de enero en EL PAÍS.Yo no he estado nunca en Pennsylvania ni en ninguna otra ciudad de Estados Unidos, no me he enternecido nunca con la triste Navidad de una norteamericana llamada Vicky, ni tengo amigos americanos que me hayan ofrecido "fiestas típicas con comidas y bailes, para que ver cómo vivían"; finalmente, y por suerte, según creo, tampoco trabajo en la base norteamericana de Torrejón, ni me ha tocado ningún coche jugando a los chinos en ninguna de esas mil...

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Mediante estas líneas desearía responder a la carta de don Miguel A. Rodríguez, de Torrejón de Ardoz (Madrid), publicada el día 10 de enero en EL PAÍS.Yo no he estado nunca en Pennsylvania ni en ninguna otra ciudad de Estados Unidos, no me he enternecido nunca con la triste Navidad de una norteamericana llamada Vicky, ni tengo amigos americanos que me hayan ofrecido "fiestas típicas con comidas y bailes, para que ver cómo vivían"; finalmente, y por suerte, según creo, tampoco trabajo en la base norteamericana de Torrejón, ni me ha tocado ningún coche jugando a los chinos en ninguna de esas miles de esquinas que hoy en Madrid nos ofrecen esa "típica hamburguesa". Por eso, señor Rodríguez, perdóneme si me equivoco al pensar que:

1. Nadie debería ocupar con sus ejércitos el suelo de un país que no sea el suyo.

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2. Hoy nadie regala sin esperar algo a cambio, y el país más poderoso de la Tierra no es una excepción en este caso.

3. "Mi" libertad (a veces conviene no pluralizar) no ha estado nunca en venta y nadie ha pagado, ni está pagando, un precio por ella.

4. Y ya para acabar, si bien podría seguir enumerando, le recuerdo, señor Rodríguez, que Puerto Rico, según usted, debe de ser un país de lo más afortunado, puesto que, además de ser parte de América, ya hace tiempo que es también "un trocito" de Norteamérica.

Si bien nunca he pintado las paredes reclamando el desmantelamiento de las bases, de lo que sí estoy plenamente convencido es de que entre los silos atómicos es imposible que germine esa hermosa planta llamada libertad.

Por todo lo expuesto, permítame no suscribir esas "gracias" con que usted finaliza su carta y tranquilizarle, ya que donde haya verdadera libertad siempre ha de haber trabajo.-

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