Tribuna:

Entre los Alpes y las pirámides

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A Gianni Agnelli, presidente de Fiat y el más destacado entre los industriales italianos, le ha llegado recientemente el turno de recordar a nuestro país una alternativa existencial, por llamarla de algún modo, dictada más por la historia que por nuestra posición geográfica: escalar los Alpes o lanzarse al Mediterráneo y atravesarlo a nado en dirección a las pirámides. Con todas sus implicaciones políticas, frecuentemente incomprensibles para la mayoría de los observadores extranjeros, el caso Italia puede resumirse en esta ambigüedad de fondo: la doble vocación ent...

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A Gianni Agnelli, presidente de Fiat y el más destacado entre los industriales italianos, le ha llegado recientemente el turno de recordar a nuestro país una alternativa existencial, por llamarla de algún modo, dictada más por la historia que por nuestra posición geográfica: escalar los Alpes o lanzarse al Mediterráneo y atravesarlo a nado en dirección a las pirámides. Con todas sus implicaciones políticas, frecuentemente incomprensibles para la mayoría de los observadores extranjeros, el caso Italia puede resumirse en esta ambigüedad de fondo: la doble vocación entre Europa (los Alpes) y el Tercer Mundo (las pirámides).Al día siguiente del caso Achille Lauro (nombre del transatlántico italiano secuestrado por terroristas palestinos) y de las polémicas suscitadas por el comportamiento del Gobierno de Craxi, tanto en relación con la OLP de Yasir Arafat como con Estados Unidos, la provocación del abogado Agnelli no ha dejado de producir reacciones encontradas en los círculos políticos y económicos. No porque en Italia existan en realidad posiciones encontradas entre el "partido de los Alpes" y el "de las pirámides" desde el momento en que, al menos de palabra, ninguno de ellos discute la opción europea y el modelo occidental, sino, sobre todo, por el hecho de que la sociedad italiana en conjunto padece una constante disociación entre buenos propósitos y comportamientos concretos, aspiraciones y realizaciones, programas y resultados.

Achacar todo ello a esa mezcla de genio y desorden que, para bien o para mal, es una característica nacional sería en exceso simplista. En el mejor de los casos, puede constituir una clave de lectura que explique estas imprevisibles explosiones futbolísticas de las que nuestros amigos españoles fueron testigos directos en la última edición del Mundial de fútbol. Pero, bromas aparte, el caso Italia hunde sus raíces en una situación de gran complejidad que bien merece una consideración más a fondo.

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Sin sacar a colación la historia de un país que inventó el Derecho y que, sin embargo, sólo puede vanagloriarse de poco más de un siglo de tradición constitucional unitaria, intentaremos pasar revista a las anomalías políticas que figuran en su documento de identidad. No es por casualidad que resulte dificil encontrarlas, todas juntas, en las fisonomías de otras naciones europeas, aun cuando se pueden establecer analogías y superposiciones en algunos elementos, por ejemplo en España, precisamente, a propósito del eurocomunismo y el eurosocialismo. Con razón o sin ella, Italia se ha encontrado frecuentemente haciendo el papel de laboratorio para experimentos políticos e investigaciones ideológicas, como país fronterizo a caballo entre dos mundos.

De este particular posicionamiento logístico y cultural se ha resentido, sobre todo, la vida política. Si normalmente se define la española como una "democracia joven", la italiana, por el contrario, es tildada de "democracia bloqueada", un sistema de poder que prácticamente cristalizó hace 40 años, es decir, cuando la

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