EL RECONOCIMIENTO DE ISRAEL

El intercambio de cartas se hizo en un hotel, a escondidas de los informadores

ENVIADO ESPECIAL España e Israel establecieron ayer relaciones diplomáticas a través de un intercambio de cartas en el hotel Promenade, en las afueras de La Haya, como si fuera con vergüenza, dando esquinazo a la transparencia informativa. Las órdenes directas del presidente Felipe González habían sido tajantes: nada de publicidad a la Prensa y absoluto secreto. Un secreto a voces cuando se consumó el matrimonio a escondidas. "Ridículo", comentaron fuentes gubernamentales holandesas.

El intercambio de cartas se produjo entre el secretario general de Política Exterior, Máximo Cajal, y el...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

ENVIADO ESPECIAL España e Israel establecieron ayer relaciones diplomáticas a través de un intercambio de cartas en el hotel Promenade, en las afueras de La Haya, como si fuera con vergüenza, dando esquinazo a la transparencia informativa. Las órdenes directas del presidente Felipe González habían sido tajantes: nada de publicidad a la Prensa y absoluto secreto. Un secreto a voces cuando se consumó el matrimonio a escondidas. "Ridículo", comentaron fuentes gubernamentales holandesas.

El intercambio de cartas se produjo entre el secretario general de Política Exterior, Máximo Cajal, y el director general de Oriente Medio y África, Jorge Dezcallar, y el director general adjunto del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, Yeshayahu Anug. Ninguno de los embajadores en La Haya, ni, el español Fernando Schwartz ni el israelí Yaacov Nechushtan, estuvieron en el acto, aunque acompañaron a los delegados al hotel.

Más información

Se eligió Holanda como sede para este acto por corresponderle ahora a este país la presidencia de la Comunidad Europea (CE), explicaría después, mucho después, Schwartz, pero para desmarcarse de esta situación no hubo en el acto ningún representante de la Administración holandesa.

A las 7.55 un grupo muy reducido de periodistas se presentó ante la residencia del embajador de España en La Haya. Ya había luces encendidas en el local donde también se hospedaba Máximo Cajal. El mensaje de la espera de los periodistas fue totalmente ignorado. Repetidas veces, la voz que salía del telefonillo insistió en que no podía localizar al embajador. No es una embajada tan enorme como para creerse eso.

A las 8.55 salía, con un gran acelerón y sin detenerse, el poderoso Mercedes con Cajal, Dezcallar y Schwartz a bordo. Era el esquinazo. Sólo después de la firma, a las diez de la mañana, se reveló el nombre del hotel, pero ya era demasiado tarde.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En