Cartas al director

La reforma de la Seguridad Social

Considero -muchos consideramos- que es deber de todos los trabajadores apoyar la lucha que en estos momentos están iniciando las organizaciones sindicales ante la mal llamada "reforma de la Seguridad Social" (que, en realidad, no es más que una simple reducción cuantitativa y endurecimiento cualitativo de las pensiones). Pero poco haríamos si nos límitáramos a un mero apoyo moral, Porque debemos tener en cuenta que esta batalla, después de la de la reconversión industrial, ya perdida por los trabajadores, es la lucha de mayor trascendencia en la que se ha comprometido el movimiento sind...

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Considero -muchos consideramos- que es deber de todos los trabajadores apoyar la lucha que en estos momentos están iniciando las organizaciones sindicales ante la mal llamada "reforma de la Seguridad Social" (que, en realidad, no es más que una simple reducción cuantitativa y endurecimiento cualitativo de las pensiones). Pero poco haríamos si nos límitáramos a un mero apoyo moral, Porque debemos tener en cuenta que esta batalla, después de la de la reconversión industrial, ya perdida por los trabajadores, es la lucha de mayor trascendencia en la que se ha comprometido el movimiento sindical español, la clase trabajadora en su conjunto, que, todavía con una débil organización, corre el peligro de sumirse ya en la mayor de las impotencias, sin fuerza, s in objetivos, sin esperanza.No se trata ahora de dilucidar la conveniencia de una reforma de la Seguridad Social o sobre qué tipo de reforma; ni siquiera de analizar el proyecto del Gobierno: en todo ello existe un relativo acuerdo entre la mayoría de los sindicatos. No; el problema al que éstos se enfrentan es otro: el de traducir esas actitudes contrarias a la reducción de pensiones (actitud común a todos los trabajadores) en una lucha reivindicativa unitaria y efectiva.

Ante todo, lo que hay que destacar es la importancia del tema, tanto en sí mismo como en el contexto social general. Los sindicatos y los trabajadores -todospueden ser aplastados en este reto, perder su ya escasa fuerza. Y, sin embargo, no es posible mantenerse pasivos: sería un auténtico suicidio. Porque, entonces, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a transigir? Si esto, que afecta a nuestra supervivencia y a nuestro derecho a una vida digna, no logra movilizarnos, el sindicalismo será ya un fósil, habrá nacido (en este régimen democrático) muerto.

Así pues, la oposición a los temibles proyectos gubernamentales ha de ser total, sin condiciones. Puede sonar a demagógicamente radical, pero es que es mucho lo que está en juego. Sólo un enfrentamiento frontal con las pretensiones del Gobierno (y con las más soterradas, pero reales, de la banca y de la patronal) hasta conducirle a la claudicación o cuando menos a un compromiso aceptable puede salvar los intereses, tan pisoteados siempre, de los'más débiles: los trabajadores y los pensionistas. Si no, si no lo logramos, preparémonos para ver cómo el casi inexistente Estado del bienestar español se convierte en una versión tercermundista de los reaganomics. Y con ello, el sindicalismo se verá abocado al colaboracionismo o a la extinción.- José Manuel Paredes.

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