La demanda del ministro del Interior contra EL PAÍS

Dos testigos, invitados a abandonar la sala

La presencia del ministro del Interior, José Barrionuevo, y de cinco altos cargos de su departamento en el edificio de los juzgados de la madrileña plaza de Castilla, con la parafernalia de servicios de seguridad a su alrededor, despertó ayer curiosidad entre el público e interés en los medios de comunicación social, que llenaban la sala de audiencia del juzgado en el que se practicó la prueba propuesta por EL PAÍS. Del interés suscitado por la confesión judicial de Barrionuevo participaron dos testigos, que fueron requeridos por el titular del juzgado, Ernesto González Aparicio, para que aban...

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La presencia del ministro del Interior, José Barrionuevo, y de cinco altos cargos de su departamento en el edificio de los juzgados de la madrileña plaza de Castilla, con la parafernalia de servicios de seguridad a su alrededor, despertó ayer curiosidad entre el público e interés en los medios de comunicación social, que llenaban la sala de audiencia del juzgado en el que se practicó la prueba propuesta por EL PAÍS. Del interés suscitado por la confesión judicial de Barrionuevo participaron dos testigos, que fueron requeridos por el titular del juzgado, Ernesto González Aparicio, para que abandonaran la sala.Los expulsados, el subsecretarío del Interior, Rafael Vera, y el portavoz de Interior, Julio Fernández, permanecían dentro de la sala durante la confesión de Barrionuevo, hasta que fue advertida su presencia por un funcionario judicial.

Ante la invitación para que salieran, Vera se resistió en principio y afirmó: "Prefiero quedarme, así voy oyendo". El magistrado insistió en que debía abandonar la sala y le ofreció su despacho para que aguardara hasta el momento de prestar declaración. En ese momento, un policía que se encontraba próximo, exclamó sobre la afirmación de Vera: "Es el mejor chiste que se ha contado esta mañana".

En un momento en que varios de los cargos del Ministerio del Interior llamados a declarar formaban un corrillo próximo a la sala de audiencia, se escuchó lo siguiente: "Nos tienen en el pasino como si fuéramos chorizos". Al final de la declaración, todos la leyeron antes de firmarla, a excepción del teniente general José Antonio Sáenz de Santa María, que no lo consideró necesario.

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