Sobrio, discreto, probablemente duro

Peter Alexander Rupert Carington (con una erre), sexto barón de Carrington (con dos erres -"no importa, pero es un estorbo", pues fue una errata en tiempos-), fue sacrificado, como titular del Foreign Office británico, en abril de 1982, tras la invasión de las islas Malvinas por Argentina para salvar al Gobierno encabezado por Margaret Thatcher. Su dimisión se vio recompensada en junio de 1984 cuando ocupó su cargo actual de secretario general de la Alianza Atlántica.Comparado con su antecesor, Joseph Luns, lord Carrington no brilla por su estatura física. Pero ha traído con él una buena fama ...

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Peter Alexander Rupert Carington (con una erre), sexto barón de Carrington (con dos erres -"no importa, pero es un estorbo", pues fue una errata en tiempos-), fue sacrificado, como titular del Foreign Office británico, en abril de 1982, tras la invasión de las islas Malvinas por Argentina para salvar al Gobierno encabezado por Margaret Thatcher. Su dimisión se vio recompensada en junio de 1984 cuando ocupó su cargo actual de secretario general de la Alianza Atlántica.Comparado con su antecesor, Joseph Luns, lord Carrington no brilla por su estatura física. Pero ha traído con él una buena fama derivada de su larga carrera política, desde las filas de la nobleza británica, que a menudo ha alimentado un conservadurismo moderado. Nacido en 1919, estudió en el prestigioso colegio de Eton y luego en la Real Academia Militar de Sandhurst. Tras la II Guerra Mundial se dedicó a su granja.

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Pero pronto comenzaron sus actividades políticas, primero, desde 1946, en la Cámara de los Lores como whip; luego -el más joven, a los 32 años de edad-, como secretario parlamentario del Ministerio de Agricultura. Alto comisario británico en Australia en 1958, al año siguiente fue nombrado primer lord del almirantazgo. Ministro sin cartera en 1963, tras el regreso de los conservadores al poder encabezó en 1970 el Ministerio de Defensa. Con la victoria de Margaret Thatcher en 1979, lord Carrington se convirtió en el jefe de la diplomacia británica, que llevó sin intromisión por parte de la primera ministra. hasta su dimisión. Desde este puesto llevó ejemplarmente a cabo la independencia de Zimbabue (antes Rhodesia) e impulsó el acuerdo de Lisboa sobre Gibraltar, malogrado tras la invasión de las Malvinas.

Intenta mantener un perfil discreto en sus quehaceres, pero no siempre lo consigue. Y cuando se trate de negociar con España es probable que no sea un hombre fácil. No le gustan los magnetófonos -esa "terrible máquina"- en las entrevistas. Pero ahí están.

Un despacho sobrio -peor que el de algunos embajadores- es su lugar de trabajo en Bruselas. Es el mismo que tenía Luns y que una vez pareció 'de pobres' a un portavoz soviético.

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