Cartas al director

Conductas impropias

El poder mitificador de las respuestas generalizadoras es inconmensurable. Del mismo modo que el torpe galán cuyas pretensiones han sido rechazadas contestará tranquilamente a la moza "ahora veo bien claro que eres una lesbiana", el simple hecho de señalar un episodio concreto e históricamente demostrable -verbigracia, la persecución sufrida por decenas de millares de homosexuales en un infausto período de la reciente historia cubana- será objeto de lucubraciones destinadas a probar que en realidad se trata de una argucia estratégica al servicio de Reagan y una tácita invitación a un "inevitab...

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El poder mitificador de las respuestas generalizadoras es inconmensurable. Del mismo modo que el torpe galán cuyas pretensiones han sido rechazadas contestará tranquilamente a la moza "ahora veo bien claro que eres una lesbiana", el simple hecho de señalar un episodio concreto e históricamente demostrable -verbigracia, la persecución sufrida por decenas de millares de homosexuales en un infausto período de la reciente historia cubana- será objeto de lucubraciones destinadas a probar que en realidad se trata de una argucia estratégica al servicio de Reagan y una tácita invitación a un "inevitable holocausto".Los argumentos de brocha gorda empleados por el señor Nelson Marra en su reciente artículo titulado Conductas impropias (EL PAIS del 22 de octubre) constituyen un estupendo ejemplo de fabricación industrial de ruedas de molino para lectores supuestamente habituados a comulgar con ellas. El viejo ardid (ése sí que lo es) de acallar toda crítica al socialismo real (o irreal) con el pretexto de que se suministran armas al enemigo se emplea con éxito desde hace más de medio siglo y sirvió para silenciar genocidios tan reales como el que consumó el propio Hitler.

Es cierto que en mi comentario al artículo de Mario Benedetti sobre Lilian Hellman no mencioné los asesinatos y torturas de las juntas militares de Chile, Argentina, Uruguay, etcétera. Hablaba tan sólo de autodenuncias muy semejantes a las realizadas ante el tristemente célebre Comité de Actividades Antinorteamericanas. Pero como el señor Marra sabe muy bien, por haberme felicitado personalmente no hace aún mucho tiempo, he escrito numerosos artículos sobre aquéllos con respecto a los países que él cita. En lo que toca a su Uruguay nativo, fui el primero en denunciar la desaparición (asesinato) del señor Castro, redactor de la revista Marcha, en un texto publicado en EL PAIS en 1978, y mis opiniones sobre el caso Seregni y Seregni aparecieron no sólo en las páginas de este diario, sino también en Francia (Le Monde Diplomatique), Italia (Il Manifesto), Estados Unidos (New York Review of Books) y varios países de Latinoamérica. Mi obsesión por los derechos humanos no se limita, pues, a Cuba, sino que abarca un campo mucho más vasto, incluido Marruecos (el señor Marra olvida o ignora el texto firmado en EL PAIS por mí y una docena de arabistas sobre la represión policial en dicho país, en el que manifestábamos nuestra inquietud por la suerte de los líderes sindicalistas entonces detenidos).

Si el señor Marra conoce el filme de Néstor Almendros de cuyo título se adueña comprenderá que me sienta muy orgulloso de verme incluido en la categoría de quienes se siguen distinguiendo por su conducta impropia. Dejo para él y sus pares el usufructo perpetuo del fariseísmo y la propiedad.-

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