Tribuna:

Intelectuales

La civilización avanza de forma ciega y va dejando detrás de ella un rastro de basura, donde pacen los poetas, los escritores y los intelectuales. Ese estercolero es su medio natural. ¿Quién fue el infeliz que dijo que los poetas y los intelectuales están destinados a señalar el camino de la historia? Se trata de un encargo demasiado peligroso. Un intelectual no sabe llevar siquiera las cuentas de una tienda de comestibles y un, poeta puesto al frente de una licorería acabaría por beberse hasta la última botella. Pero ya ven. Esta gente goza de buena fama en ciertos ambientes y siempre hay un ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La civilización avanza de forma ciega y va dejando detrás de ella un rastro de basura, donde pacen los poetas, los escritores y los intelectuales. Ese estercolero es su medio natural. ¿Quién fue el infeliz que dijo que los poetas y los intelectuales están destinados a señalar el camino de la historia? Se trata de un encargo demasiado peligroso. Un intelectual no sabe llevar siquiera las cuentas de una tienda de comestibles y un, poeta puesto al frente de una licorería acabaría por beberse hasta la última botella. Pero ya ven. Esta gente goza de buena fama en ciertos ambientes y siempre hay un ministro de Cultura que nos la recomienda para orientar el destino de la sociedad.A mi juicio, la vanguardia de la historia está constituida por los panaderos, los cultivadores de patatas, los asentadores de frutas y demás personal del gremio de abastos. Incluso algunos camareros psicoanalistas que vacían una garrafa de ginebra por el cuello de nuestra camisa. Todos los días se repite el mismo milagro. Mientras unos señores toman medidas exactas para destruir el planeta, otros seres maravillosos cada mañana dejan en la puerta de nuestra casa dos litros de leche, el tendero de la esquina nos vende sonriendo un cuarto de jamón de york y el chatarrero insiste en comprarnos el colchón de lana cantando como un juglar al pie de la celosía. Uno se acuesta lleno de angustia, totalmente derrotado por las noticias del periódico, pero al saltar de la cama al día siguiente contempla con asombro el sol en el tejado. En efecto, esta vez tampoco ha caído ninguna bomba atómica, las botellas de leche están en el rellano y la existencia ha dado otro paso guiada por lejanos, humildes e ignorados sembradores de trigo. La civilización avanza de forma ciega y los poetas e intelectuales van agarrados de su rabo. En el rastro de blasfemias y oraciones que la humanidad deja atrás, ellos ejercen una labor de oruga. Los poetas transforman la basura en estética y los intelectuales nos explican por qué no estamos muertos todavía. Formulan graves pensamientos sobre esta gran sorpresa. La vida sigue. ¿Quiere usted un bocadillo de chorizo?

Sobre la firma

Archivado En