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Gran Bretaña y las huelgas

Gran Bretaña se ha convertido en "el enfermo de Europa", según el autor de este artículo, que analiza las difíciles vías para llegar a un compromiso en el conflicto de los mineros del carbón. Ante ja ausencia de medidas de reforma política, Gran Bretaña, en su opinión, está destinada a un continuo declive económico y a la convulsión interna. Los defectos han pasado a formar parte de la estructura política y de ahí que el declive y la convulsión hayan pasado a ser hasta un punto considerable independientes de los individuos.

Gran Bretaña tiene un número de industrias nacionalizadas: acer...

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Gran Bretaña se ha convertido en "el enfermo de Europa", según el autor de este artículo, que analiza las difíciles vías para llegar a un compromiso en el conflicto de los mineros del carbón. Ante ja ausencia de medidas de reforma política, Gran Bretaña, en su opinión, está destinada a un continuo declive económico y a la convulsión interna. Los defectos han pasado a formar parte de la estructura política y de ahí que el declive y la convulsión hayan pasado a ser hasta un punto considerable independientes de los individuos.

Gran Bretaña tiene un número de industrias nacionalizadas: acero, carbón, ferrocarriles, electricidad y gas. La nacionalización ha producido dos consecuencias incidentales importantes. Primero, creando en su ámbito un monopolio; y por ello una huelga impacta campos externos a la propia industria, en ocasiones incluso los clientes no tienen otra opción. En segundo lugar, los trabajadores que protestan consideran la existencia fáctica de dos empleadores: la propia empresa y el Gobierno. Y como los gobiernos siempre tienen dinero, ya que pueden imprimir más billetes, los trabajadores en huelga de una empresa nacionalizada nunca consideran irrealizables sus demandas. La imposibilidad del pago se interpreta entonces en el sentido de que el Gobierno no valora a los trabajadores.Otro factor ha pasado a formar parte de la estructura británica de esta problemática. El Reino Unido tiene básicamente un sistema político bipartito, laborista y conservador. El movimiento sindicalista, la Trade Union Congress (TUC), se ha aliado formalmente a uno de ellos: al laborista. Al TUC corresponden el 30% de los votos a la hora de elegir al líder del partido, al que correspondería el cargo de primer ministro cuando el partido laborista está en el poder.

En tales circunstancias, cuando se declara una huelga de consideración en una industria nacionalizada, ésta tendrá necesariamente connotaciones políticas, tanto si éstas son queridas como si no por los huelguistas. Por lo tanto, forzosamente, y al menos por algún tiempo se experimentará una parálisis completa de la capacidad de compromiso. Cuanto más política es la huelga, mayor es la parálisis. La presente huelga de mineros puede servimos como ejemplo ilustrador.

-Primero, el National Coal Board no puede comprometerse de tal manera que aparezca como perdedor frente al sindicato. Podría interpretarse como una derrota política importante del Gobierno, con enormes consecuencias políticas fuera del sector del carbón.

Imposibilidad de un compromiso

En segundo lugar, el Gobierno no puede intervenir facilitando un compromiso que podría aparecer como victoria parcial de los huelguistas, victoria política que lo sería no sólo de los trabajadores sino también. de la National Union of Mineworkers (Sindicato de los Mineros), por lo tanto del movimiento sindical y por ello también. del laborismo. Luego, una huelga con éxito se convierte automáticamente en una derrota de los conservadores en la lucha política entre los dos partidos. Durante esta huelga muchas voces se han levantado solicitando un compromiso gubernamental. En general, habría que definirlas como ignorantes o políticamente maliciosas.

Tercero, el partido laborista como tal no puede sugerir un compromiso. El proponerlo sería tanto como apoyar al Gobierno, al que están empeñados en derrotar. Además, para determinados miembros del partido existe un motivo suplementario para apoyar el mantenimiento de la huelga, ya que si alguna vez desean llegar a líderes del partido, necesitan el apoyo del TUC.

En cuarto lugar, y al menos durante las primeras semanas de la huelga, el TUC no puede hacer nada que pueda interpretarse como poner en peligro una victoria total de los mineros. Se podría interpretar como ayuda al enemigo, el partido conservador. Debemos subrayar esto atentamente. Los efectos de la huelga pueden ser desastrosos, provocando potencialmente la pérdida de miles de puestos de trabajo.

También por razones políticas, el TUC se ve imposibilitado para exhortar a los líderes mineros al compromiso.

Las vías del acuerdo

Quinto, los líderes de los otros sindicatos no pueden proponer un compromiso, una vez más para no ser tildados de apoyar al partido conservador. Además, a causa de la estructura política, la derrota del sindicato minero es también una derrota para los demás. Sin embargo los dirigentes de un sindicato deberían saber que la continuación de una huelga de mineros puede traducirse en la pérdida de sus empleos. ¿Qué pueden hacer en ese caso?. Públicamente lo máximo que pueden hacer es explicar a sus miembros las consecuencias. No pueden apoyar activamente la huelga minera y, por lo tanto, se ven obligados a afirmar continuamente su apoyo a la causa.

En el caso de la huelga actual, sólo se llegará a un arreglo en tres casos:

1.-Si el Gobierno reconoce el enorme perjuicio económico que la huelga produce al país y cede. La falta de incentivos políticos para que ésto ocurra parece obvia,

2.-Si los dirigentes sindicales de los mineros reconocen la imposibilidad de la victoria y ceden. De nuevo políticamente difícil.

3.-Y la posibilidad más probable. Si la amargura extendida a otros trabajadores de otros sectores, que ven sus empleos en peligro de una forma indirecta, los fuerza a presionar al TUC, y éste a la NUM (Sindicato Minero). La huelga que los estibadores -ahora nuevamente en conflicto- realizaron del 9 al 21 de julio pasado llegó a su fin ante la presión de los camioneros.

Sin embargo la presión capaz de resolver las huelgas en el seno de una estructura política como la esbozada proviene de los propios trabajadores y no de los políticos o de los dirigentes sindicales. Los trabajadores no pueden expresarse a través de sus líderes, porque éstos están amordazados. La presión de los trabajadores asume entonces muy probablemente la forma de violencia física entre los huelguistas y los que ven en ellos un peligro para su propio empleo. Con mucha probabilidad, sólo esta acción puede provocar la intervención de los dirigentes sindicales.

El panorama que ofrece la Gran Bretaña de las huelgas, como queda visto, se contempla desde el punto de vista de los defectos estructurales del sistema político y no de las personalidades intervinientes. En ese sentido el patrón es universal. Irónicamente, la mayor ventaja del gobierno en tal caso es la alta tasa de desempleo en el país.

Alan Watson es escocés y Vive en EE UU. Profesor catedrático de Derecho y Estudios Clásicos y director del Centro para Estudios Avanzados en Historia del Derecho de la Universidad de Pensylvania, es autor de un considerable número de obras de Derecho Histórico.

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