Un marxista fiel a Mitterrand

Pierre Joxe, el nuevo ministro francés del Interior, que inicia hoy sus conversaciones con José Barrionuevo y que cumplirá el medio siglo de edad el próximo mes de noviembre, practica desde hace ya 30 años, contra viento y marea, una profesión que es algo así como el amor de su vida; esa tarea profesional tiene un nombre: François Mitterrand, el presidente de la República Francesa.Mitterrand jamás ha dicho que sea marxista, ni nadie le define como tal; y de su anticomunismo, incluso visceral, cada cual ha dicho, en Francia, lo que le ha dado la gana. Por el contrario, Joxe, aún hoy, voc...

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Pierre Joxe, el nuevo ministro francés del Interior, que inicia hoy sus conversaciones con José Barrionuevo y que cumplirá el medio siglo de edad el próximo mes de noviembre, practica desde hace ya 30 años, contra viento y marea, una profesión que es algo así como el amor de su vida; esa tarea profesional tiene un nombre: François Mitterrand, el presidente de la República Francesa.Mitterrand jamás ha dicho que sea marxista, ni nadie le define como tal; y de su anticomunismo, incluso visceral, cada cual ha dicho, en Francia, lo que le ha dado la gana. Por el contrario, Joxe, aún hoy, vocea que es marxista y además está sindicado en la Confederación General de los Trabajadores (CGT), la central que controla el partido comunista; y Joxe ha sido siempre un forofo de la unión de la izquierda. En resumen, si se limitara a su filiación ideológica, un profano diría que Joxe es un antimitterrandista de primera fila. Pero es exactamente lo contrario.

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En la arena política francesa, y más aún en el área socialista, el temperamento incómodo de Joxe es una de sus componentes; su ferocidad es atroz e inagotable en sus frecuentes enfrentamientos con la segunda izquierda, como se denomina a la que representa el ministro de Agricultura, Michael Rocard; su carácter endemoniado y sus explosiones coléricas son temidos. Hasta que, semanas atrás, fue nombrado ministro del Interior, cargo que parece ser deseaba, era presidente del grupo de diputados socialistas, y éstos saben mejor que nadie lo que son sus métodos brutales llegado el caso. Nadie escapa a sus ortodoxias de izquierda y temperamentales; incluso el presidente, su hombre, escucha el merecido que le corresponde si Joxe discrepa de una de sus decisiones. Pero a la hora de la verdad, lo que prima es su fidelidad al jefe de siempre. Se dice de él que no es cortesano, pero que es fiel como un esclavo.

Por todo lo expuesto cabe imaginar que Joxe ha reemplazado a Gaston Defferre para hacer la política que desea Mitterrand.

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