Cartas al director

Las campanas de Hemingway

El artículo publicado en EL PAIS el pasado día 1 de julio no enmienda error ninguno en la traducción castellana de For whom the bell tolIs, el título de la novela de Hemingway, sino que se limita a sustituir una buena versión castellana del sentido imaginativo del título en inglés por una traducción torpemente literal.Quien sí comete un error es don Álvaro Luque, de Madrid, en una carta que fue publicada el pasado día 14. Hemingway no aludía a la famosa campana del Lloyd's of London, aunque el archifamoso alegato de John Donne en pro de la solidaridad humana -que sirve de pórtico a la n...

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El artículo publicado en EL PAIS el pasado día 1 de julio no enmienda error ninguno en la traducción castellana de For whom the bell tolIs, el título de la novela de Hemingway, sino que se limita a sustituir una buena versión castellana del sentido imaginativo del título en inglés por una traducción torpemente literal.Quien sí comete un error es don Álvaro Luque, de Madrid, en una carta que fue publicada el pasado día 14. Hemingway no aludía a la famosa campana del Lloyd's of London, aunque el archifamoso alegato de John Donne en pro de la solidaridad humana -que sirve de pórtico a la novela y le da el título- contenga una impresionante acumulación metafórica de riesgos marítimos. Ciertamente, Donne fue muchas cosas a lo largo de su vida, además de poeta, pero no presidente de una mutua de seguros; quien así habla es el deán de la catedral de San Pablo de Londres, agobiante y espléndido predicador, según se revela, tras una mención de la muerte engañosamente incidental, en la repentina y directa exhortación con que concluye: "And therefore never send to know for whom the bell tolls; it tolIs for thee". En traducción propiamente literal: "Y así pues, nunca envíes a saber por quién dobla la campana; dobla por ti".

Todo el genio de Donne para la concreción inmediata está en ese escueto never send to know, con el que cada uno de sus distinguidos oyentes era imaginativamente remitido a una sólita recurrencia de la vida ordinaria: la de mandar a preguntar en la parroquia, o en la iglesia cercana, por quién están tocando a muerto, para, saber quién ha fallecido en la vecindad. Después viene la maravillosa descarga efectista, tan de Gran Guiñol religioso, tan barroca. Y el sentido de actualidad que Hemingway pretendió dar a su título queda muy claro.

Bien, cuando las campanadas regularmente puntuaban la vida de las gentes que hablan en castellano, la campana, en singular, era la del reloj de la torre, la del reloj público: "¡Soria fría! La campana de la audiencia da la una".

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El toque de difuntos, como el de misa, como el de vísperas y como todos los otros, era toque de campanas: "...Y tocarán, como esta tarde están tocando, / las campanas del campanario".

En resumen, que For whom the bell tolls no debe traducirse Por quién dobla la campana, sino Por quién doblan las campanas, porque ésa es la expresión propia en castellano del sentido original. y porque con ella se evita que los lectores de buena fe, como el señor Luque, empiecen a preguntarse por la campana en cuestión y vayan a dar con la del Lloyd's de Londres o con la de Huesca o con cualquier otra que no hace al caso.- .

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