La crisis previsible

Cuando el pasado 18 de junio este semanario dedicó su portada a la próxima crisis de Gobierno puso -inocentemente- en marcha con el resto de la Prensa un proceso que ha terminado por desbordar los planteamientos inicialmente atribuidos a Felipe González. Lo que entonces se había planteado como un mero reajuste ministerial ha degenerado hoy en una auténtica crisis.El problema que rumiaba entonces el presidente consistía simplemente en equilibrar algo más el Gobierno, situando en Trabajo a alguien mejor visto en UGT que Joaquín Alinunia, y aprovechar la ocasión para relevar a los ministros más d...

Cuando el pasado 18 de junio este semanario dedicó su portada a la próxima crisis de Gobierno puso -inocentemente- en marcha con el resto de la Prensa un proceso que ha terminado por desbordar los planteamientos inicialmente atribuidos a Felipe González. Lo que entonces se había planteado como un mero reajuste ministerial ha degenerado hoy en una auténtica crisis.El problema que rumiaba entonces el presidente consistía simplemente en equilibrar algo más el Gobierno, situando en Trabajo a alguien mejor visto en UGT que Joaquín Alinunia, y aprovechar la ocasión para relevar a los ministros más deteriorados.

Las noticias de la Prensa estimularon las tensiones sordas subyacentes dentro del Gobierno, que, a su vez, llegan con distintos ecos a la Prensa, originando un torbellino que no puede ser controlado efectivamente por una razón muy sencilla: el presidente se había planteado la necesidad de una crisis, pero aún no había encontrado la solución para la misma. La crisis estaba inmadura. Estaban más o menos claros los ministros que deberían cesar, pero no los sucesores ni la filosofía del relevo. Parece claro que la crisis no era tan inmediata si reflexionamos sobre dos preguntas.

1. ¿Ha llamado el presidente a algún ministro para agradecerle los servicios prestados?

2. ¿Se sabe de alguien a quien le hayan ofrecido alguna poltrona?

La respuesta es negativa en ambos casos. ( ... )

Madrid, 9 de julio