Crisis interna en la primera fuerza política de Euskadi / 1

La cuestión de las alianzas, causa decisiva de las sucesivas rupturas políticas en el nacionalismo vasco

Lejos de ser una novedad, la actual crisis del PNV en Navarra no es sino la repetición de otras que, siempre en torno a la cuestión de las alianzas, han jalonado la historia del movimiento fundado por Sabino Arana a finales delsiglo XIX. La negativa frontal del Consejo Nacional del PNV, en base a argumentos de autoridad ofendida, a considerar siquiera una solución negociada del problema, propuesta por la asamblea regional navarra -y avalada por la casi totalidad de las juntas de base-, significa, todo parece indicarlo, el punto sin retorno de un proceso cuyo desenlace más probable es la escici...

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Lejos de ser una novedad, la actual crisis del PNV en Navarra no es sino la repetición de otras que, siempre en torno a la cuestión de las alianzas, han jalonado la historia del movimiento fundado por Sabino Arana a finales delsiglo XIX. La negativa frontal del Consejo Nacional del PNV, en base a argumentos de autoridad ofendida, a considerar siquiera una solución negociada del problema, propuesta por la asamblea regional navarra -y avalada por la casi totalidad de las juntas de base-, significa, todo parece indicarlo, el punto sin retorno de un proceso cuyo desenlace más probable es la escición de la organización nacionalista en Navarra. Al haberse canalizado el debate interno por la vía exclusiva de la disciplina, los afiliados no han tenido ocasión de pronunciarse respecto al verdadero problema de fóndo: la oportunidad o inoportunidad política de los pactos suscritos en 1983 con Alianza Popular, que incluían el compromiso de facilitar el acceso a la presidencia navarra del candidato de la derecha local.

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El PNV está seguramente abocado a experimentar en el próximo futuro profundas diferenciaciones internas. No parece lógico, en efecto, que en un régimen de democracia parlamentaria se identifiquen con un mismo partido sectores tan heterogéneos como los que constituyen hoy la base social del PNV. De hecho, la singularidad de este partido reside no tanto en la pretendida ausencia de contradicciones internas como en el proverbial talento de sus dirigentes para desviar contra el común enemigo exterior las que periódicamente afloran en su seno como reflejo de esta heterogeneidad.Ese talento ha hecho posible compaginar durante decenios el radicalismo del mensaje independentista de Sabino Arana con una política práctica, moderada y realista, acorde con el talante más bien conservador de los sectores dirigentes del movimiento. La sabia combinación de ambos factores ha posibilitado la ampliación en todas las direcciones de su base social, facilitando la presencia simultánea de la ideología nacionalista en segmentos de la población muy alejados entre sí desde el punto de vista socioeconómico.

Las tensiones que, de todas formas, ha provocado ese difícil equilibrio interno han sido tradicionalmente mantenidas en, estado latente, soterrado, mientras la situación política ha permitido una fácil identificación de ese enemigo exterior contra el cual desviar todos los problemas. Por el contrario, cuando esa identíficación ha resultado más difícil, las divergencias,de enfoque han tendido a convertirse en conflictos e incluso en rupturas. Con cierta frecuencia éstas se han concretado en torno al dilema sobre la participación o no en las instituciones políticas españolas y la línea de alianzas que implicaba a la larga la opción elegida.

Resulta revelador que el actual contencioso navarro haya tenido también por detonante la polémica sobre los pactos, así como que dicho conflicto haya coincidido con una significativa evolución de la actual dirección peneuvista, que ha resucitado el fantasma del foralismo con el aparente objetivo de favorecer un acercamiento a sectores conservadores (Mitxel Unzueta acaba de mostrar su satisfacción por el giro de AP en su congreso de Barcelona hacia una fórmula de raíz forálista: la unidad en la Corona, que permita "repensar el tema de la unidad en términos distintos a los mantenidos en los últimos 75 años").

El momento de la verdad

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Una vez consolidada la autonomía vasca, aceptada hoy incluso por la derecha antinacionalista local, con un Gobierno en Madrid al que difícilmente -podría considerarse heredero del franquismo, en el inicio de un plan de reconversión industrial que supondrá inversiones de la Administración central por un importe de 310.000 millones de pesetas en cuatro años, no son pocos los que consideran que ha llegado para el PNV el momento de la verdad. Es decir, el de abandonar su relativa indefinición respecto a las corríentes que configuran la realidad política española actual.

Más concretamente: si es posible que en el período inmediato se produzcan rupturas en el PNV es porque dicho partido no puede seguir basando su oferta electoral exclusivamente en la mera "oposición a Madrid". Por el contrario, es probable que la realidad sociopolítica lo impulse a restituir la reivindicación nacionalista en el marco de alguna de las principales corrientes ideológicas operantes en el conjunto de la sociedad española. Con más razón si se introduce, en la perspectiva de la integración en la CEE, el factor internacional.

Los dirigentes navarros expulsados han insistido en que estas y otras cuestiones planteadas más o menos abiertamente sólo podrán abordarse en un congreso que actualice las resoluciones del celebrado hace siete años. Personas que conocen bien el-nacionalismo vasco estiman que cuanto más tiempo se tarde en suscitar ese debate de manera ordenada tanto más inevitable será la ruptura desordenada.

En realidad, la principal incógnita de la política vasca consiste en saber si quienes han aprovechado el conflicto navarro para pasar factura al lendakari por su desplante de diciembre pasado se conformarán con lo ya hecho o bien piensan seguir por la misma vía, y hasta dónde. Es decir: si su objetivo real es acabar con Garaikoetxea. Esta incógnita carece por el momento de respuesta. La evolución de las negociaciones entre el Gobierno vasco y las diputaciones forales son pistas más seguras al respecto que las que pudieran deducirse de otros acontecimientos.

Si la opción fuera efectivamente sustituir a Garaikoetxea, la ruptura sería prácticamente segura y sus efectos institucionales inmediatos. Basta considerar al respecto lo que hubiera ocurrido si los expulsados hubieran sido, en lugar de navarros, alaveses. Es casi seguro que el grupo parlamentario nacionalista se habría escindido, obligando a Garaikoetxea a buscar apoyos en otros grupos. La situación de empate a 32 escaños entre Gobierno y oposición existente hoy en la Cámara de Vitoria hace que cualquier movimiento de los diputados ponga en cuestión el equilibrio.

Que la hipótesis, aun no siendo actual, dista de ser descabellada lo demuestra el hecho de que realmente la mayoría de los afiliados alaveses, y seguramente de los guipuzcoanos, está de acuerdo con los navarros expulsados. Son aspectos que probablemente no midieron bien quienes se lanzaron por la vía de las sanciones extremas, ignorando, entre otros datos, que el verdadero destinatario del castigo contaba con el aval de los votos de 450.000 ciudadanos vascos.

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