Cartas al director

La restauración de 'Las meninas'

Durante los últimos días se han multiplicado en el diario EL PAÍS numerosas manifestaciones contrarias a los procedimientos que se siguen para la restauración de Las meninas y al hecho mismo de que la delicada intervención sobre la obra haya sido encomendada a un profesional extranjero. Si bien es verdad que, aparte de algunas consideraciones generales comúnmente aceptadas, no existen criterios absolutos y universalmente aplicables en todos los casos en materia de restauración, lo cierto es que en nuestro país existen tantos criterios prácticos como talleres de restauración rivalizan y ...

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Durante los últimos días se han multiplicado en el diario EL PAÍS numerosas manifestaciones contrarias a los procedimientos que se siguen para la restauración de Las meninas y al hecho mismo de que la delicada intervención sobre la obra haya sido encomendada a un profesional extranjero. Si bien es verdad que, aparte de algunas consideraciones generales comúnmente aceptadas, no existen criterios absolutos y universalmente aplicables en todos los casos en materia de restauración, lo cierto es que en nuestro país existen tantos criterios prácticos como talleres de restauración rivalizan y se desautorizan entre sí. No podía ser de otra manera, dado el carácter puramente artesanal que esta joven ciencia presenta en España y la obsoleta concepción que del aprendizaje de la misma como reproducción de recetas de taller ha venido manteniendo la Administración durante los últimos 25 años, potenciando este o aquel centro más en función de la capacidad de presión de sus miembros que de los intereses y necesidades reales. La polémica sobre la restauración de Las meninas, de la que se ha hecho eco EL PAÍS, refleja esta situación, y en las opiniones vertidas sobre el caso se entremezclan, con legítimas discrepancias de procedimiento, rivalidades y personalismos que dan a veces a la polémica un carácter más propio de querella gremial entre menestrales que de lícitas y lógicas disparidades de criterio surgidas entre profesionales de una moderna ciencia que debe unir en sí la habilidad práctica de la artesanía con los progresos de la química, la historia del arte y otras ciencias aplicadas.No resulta éticamente aceptable descargar los males de la restauración española sobre un competente profesional extranjero llamado para una delicada operación de restauración por muy capacitados profesionales de la historia de la pintura, como el director y la subdirectora del Museo del Prado, que han dado al centro la imagen de profesionalidad y despolitización que el museo precisaba.

Concluyendo: carecemos todavía hoy de un centro español con un equipamiento suficiente para proporcionar a los futuros restauradores la formación que ellos precisan y desean. No ignoran esto los profesores y técnicos de la facultad de Bellas Artes, ICROA y Escuela de Restauración (cuyo esfuerzo nos merece el mayor respeto) que ahora claman indignados contra el señor Pérez Sánchez por sentirse marginados de sus decisiones. La responsabilidad de la carencia antes señalada no se debe tan sólo a la Administración, sino -a nosotros nos lo parece- a ese tan corporativo, tan poco generoso y elevado de miras tirar cada uno para sí, aunque es preciso decir que la Administración suele respaldar siempre operaciones de este tipo. Nadie puede extrañarse, pues, que, pese a la capacitación artesanal de los restauradores españoles, alabada por Coremans, se haya recurrido en el caso de Las meninas a un restaurador extranjero. Por ello, parece conveniente poner punto final a la polémica sobre la restauración de Las meninas y abrir, en todo caso, la de la conservación y restauración en general- Profesor numerario de Historia del Arte y de la Restauración de la Escuela de Restauración.

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