Editorial:

El congreso de Essen

A PESAR de que se encuentra fuera del poder, la socialdemocracia alemana ejerce una influencia indiscutible sobre la política de su país; su peso en el conjunto de las fuerzas de izquierda en Europa es considerable; por eso, el congreso que acaba de celebrar en Essen, en pleno corazón de la gran concentración obrera del Ruhr, ha sido seguido con interés, y no sólo en la República Federal. La evolución del SPD, tal como cabe apreciarla a la luz del congreso de Essen, se encamina más bien hacia la izquierda, lo cual es, después de todo, bastante lógico por parte de un partido que está, en la opo...

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A PESAR de que se encuentra fuera del poder, la socialdemocracia alemana ejerce una influencia indiscutible sobre la política de su país; su peso en el conjunto de las fuerzas de izquierda en Europa es considerable; por eso, el congreso que acaba de celebrar en Essen, en pleno corazón de la gran concentración obrera del Ruhr, ha sido seguido con interés, y no sólo en la República Federal. La evolución del SPD, tal como cabe apreciarla a la luz del congreso de Essen, se encamina más bien hacia la izquierda, lo cual es, después de todo, bastante lógico por parte de un partido que está, en la oposición después de un largo período de gobierno. La despedida al ex canciller Schmidt no ha sido sólo un acto emotivo; indicaba en cierto modo un desprendimiento de las rutinas y tradiciones de un gubernamentalismo moderado.Sobre los problemas, tan importantes hoy para la RFA, de la defensa y las relaciones exteriores, el congreso de Essen ha seguido por el camino que ya había sido emprendido en el congreso extraordinario celebrado en noviembre pasado; éste fue el momento del viraje: desde el apoyo, representado por Schmidt, a la resolución de la OTAN de 1979, a la adopción de una actitud radicalmente contraria a la colocación de los cohetes Pershing II y de crucero en la República Federal de Alemania. El SPD sigue siendo partidario de la permanencia en la Alianza Atlántica, pero pide una OTAN diferente. La resolución aprobada en Essen preconiza un cambio de la estrategia de la Alianza que permita renunciar al armamento nuclear; una política de defensa basada fundamentalmente en armamentos convencionales; un papel autónomo de Europa dentro de la OTAN; apoya diversas iniciativas en pro de zonas sin armas nucleares, como la de la comisión presidida por Olof Palme. El SPD reafirma su posición europeísta, con una atención particular al desarrollo de formas de cooperación con el Este.

La crítica a la política de la Administración Reagan ha sido más neta que en ocasiones anteriores; concretamente en lo referente a América Central, la denuncia de las intervenciones norteamericanas, directas e indirectas, y el apoyo al proceso electoral en Nicaragua han sido particularmente netos. Las posiciones adoptadas en Essen sobre los euromisiles y sobre las relaciones Este-Oeste, aunque lo hayan sido desde fuera del poder, tendrán con toda probabilidad un impacto en Europa: no cabe subestimar el hecho de que hay una coincidencia creciente entre las posiciones sobre estos temas del SPD, del laborismo británico, de la socialdemocracia escandinava y austríaca; ello ejerce una influencia en otros países y dificulta, como el caso de Holanda pone de relieve, la aplicación de la doble resolución de la OTAN.

En vísperas de las elecciones europeas, y en una situación de crisis social y económica, era inevitable que el congreso colocase en el centro de sus debates la cuestión del paro y la crítica de la política gubernamental en este terreno. Lo que apareció lógicamente en primer piano fue la solidaridad con la huelga de los metalúrgicos en demanda de una semana de trabajo de 35 horas. Sin embargo, esa posición no se integraba en una concepción más global; el SPD no tiene un proyecto en materia económica y social para dar respuesta a los angustiosos problemas del paro y de la transformación del proceso productivo. Aquí reside probablemente su principal debilidad de cara al futuro. En la RFA, contrariamente a la imagen tópica, existe una conflictividad laboral; pero no parece que la izquierda sepa ofrecer una perspectiva que trascienda la defensa de situaciones de hecho.

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Lo más novedoso del congreso de Essen ha sido su aprobación, después de debates muy enconados, de la televisión y la radio privadas; la decisión mayoritaria se impuso, más que por razones de principio, por una voluntad de asumir nuevas realidades que el propio pro greso tecnológico convierte en inevitables. Sin embargo, la derrota de posiciones estatalistas con un gran peso tradicional, y apoyadas por sectores de la izquierda, in dica una capacidad del SPD de tener en cuenta sensibilidades contemporáneas, que se expresan sobre todo en sectores sociales que no han constituido su electorado acostumbrado. Al lado de fuertes debates, el congreso ha dado una impresión general de unidad, de voluntad de comprensión mutua entre las diferentes tendencias. Al lado de Willy Brandt, se han perfilado cómo nuevos dirigentes del partido Johannes Rau y Hans Jochen Vogel; ambos con gran experiencia y dotes políticas, pero sin un gran carisma. Entre las generaciones más jóvenes, se destacan ya hombres con más empuje. El SPD tiene ante sí una larga marcha hacia el poder; el propio Brandt lo reconoció. En su curso se irán definiendo muchos aspectos que el congreso de Essen ha dejado abiertos.

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