España y la CEE

Nuestras relaciones con la CEE marchan desde que se acordó solicitar nuestro ingreso en la misma como la acción número 11: de mal en peor. Primero vinieron las lentitudes. Después, cuando el Gobierno español incitó a una rápida solución del caso, han llegado multitud de reacciones desagradables. Recuérdese lo de la pesca; recuérdese lo del acero; recuérdense las múltiples alusiones a que quizá el ingreso español fuese dentro de una categoría diferente a la de los miembros anteriores; recuérdese, en fin, el documento agrícola comunitario. Ahora, para que la relación siga, ha llegado la puesta e...

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Nuestras relaciones con la CEE marchan desde que se acordó solicitar nuestro ingreso en la misma como la acción número 11: de mal en peor. Primero vinieron las lentitudes. Después, cuando el Gobierno español incitó a una rápida solución del caso, han llegado multitud de reacciones desagradables. Recuérdese lo de la pesca; recuérdese lo del acero; recuérdense las múltiples alusiones a que quizá el ingreso español fuese dentro de una categoría diferente a la de los miembros anteriores; recuérdese, en fin, el documento agrícola comunitario. Ahora, para que la relación siga, ha llegado la puesta en vigor del nuevo reglamento comunitario sobre frutas y hortalizas.Sobre él conviene puntualizar que desde el pasado mes de octubre este reglamento era conocido. Nuestros labradores han llamado la atención reiteradamente al Gobierno sobre el riesgo que corrían si se ponía en marcha cogiéndonos extramuros de la CEE. Una vez más, una curiosa mezcla de falta de capacidad negociadora con las Comunidades y de optimismo ante la misma acaba de producir sus frutos. Aspectos muy importantes de nuestra agricultura: en vanguardia, los limones y peras; muy pronto, los albaricoques, ciruelas, melones y melocotones, y tras ellos, lechugas, escarolas y alcachofas, y desde octubre, nuestras naranjas, van a soportar dos cosas: el deseo del Gobierno francés, bien secundado por Italia y Grecia, de mostrar ante las elecciones al Parlamento Europeo del 17 de junio, que ayuda con denuedo a su agricultura, y el Comunitario, que para enmascarar las duras condiciones agrícolas que piensa imponer a nuestro ingreso desea hacer alguna concesión desde una situación a la que sea difícil empeorar.

No sabemos si nuestro Gobierno es consciente de todo esto. La declaración asombrosa, que ha quedado grabada en cinta magnetofónica, del ministro Morán, de que esta política proteccionista perjudica a las Comunidades, parece entremezclarse con el deseo de que no se tiene conciencia de que vamos a ser tratados, desde el cercano 1 de jumo, en sectores importantes, con más dureza que Israel o Marruecos.

18 de mayo

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