Editorial:

La necesidad de un consenso

Los PRIMEROS resultados provisionales sobre las elecciones al Parlamento vasco han supuesto un cambio en el mapa político de esta comunidad autónoma, y se puede afirmar que las expectativas de los distintos partidos han sufrido modificaciones sensibles. La campaña electoral, innecesariamente crispada, ha estado dramáticamente interrumpida por los últimos asesinatos, como símbolo de la violencia que preside el desarrollo*de la vida pública de aquella comunidad.El dato más significativo es que el Partido Nacionalista Vasco, aun aumentando sus votos del 37,96% de las autonómicas de 1980 al 41,70%...

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Los PRIMEROS resultados provisionales sobre las elecciones al Parlamento vasco han supuesto un cambio en el mapa político de esta comunidad autónoma, y se puede afirmar que las expectativas de los distintos partidos han sufrido modificaciones sensibles. La campaña electoral, innecesariamente crispada, ha estado dramáticamente interrumpida por los últimos asesinatos, como símbolo de la violencia que preside el desarrollo*de la vida pública de aquella comunidad.El dato más significativo es que el Partido Nacionalista Vasco, aun aumentando sus votos del 37,96% de las autonómicas de 1980 al 41,70% obtenido ayer, no logra la mayoría absoluta. La gobernabilidad del País Vasco ha variado. Hasta este momento la ausencia de los diputados de Herri Batasuna concedía al PNV una mayoría absoluta, que le permitía dirigir el Ejecutivo en solitario. Con la distribución de escaños configurada ayer, la ausencia de la coalición abertzale no permitirá a Garaikoetxea gobernar sin el apoyo o al menos la complicidad de otra fuerza política.

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El otro dato de especial importancia es el ascenso del Partido Socialista Obrero Español. Frente al 14,14% de los sufragios conseguidos en 1980, los socialistas se encaraman en el 23,30% y se sitúan destacadamente como segunda formación política. La coalición Herri Batasuna registra una pérdida de apoyo popular. Esta organización, verdadero brazo político del terrorismo de ETA, y que recibió de ésta su apoyo explícito durante la campaña, obtiene el 14,61% de los sufragios, frente al 16,49% de los votos logrados en la anterior convocatoria. La disminución porcentual de sufragios no debe, sin embargo, provocar demasiadas ilusiones: todavía hay un amplio sector poblacional que apoya a HB. Puede parecer un verdadero sinsentido en un país democrático, pero sea como sea es toda una realidad. Euskadiko Ezkerra mantiene prácticamente su cuota de poder, y la Coalición Popular obtiene el 9,39% de los votos emitidos. En la anterior convocatoria electoral, Alianza Popular y UCD consiguieron, respectivamente, el 4,75% y el 8,48%, por lo que Alianza Popular no consigue consolidar el voto de la derecha y el centro no nacionalistas, seguramente con fuga de muchos de estos votos hacia el PSOE.

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Otra noticia importante ha sido el nivel de participación. El 68,45% de votantes supone un fuerte incremento sobre el registrado en las primeras elecciones autonómicas de 1980 y se sitúa en niveles similares a los de las convocatorias legislativas que se han realizado. Esta fuerte participación supone un arraigo de las instituciones contempladas en el Estatuto de Guernica y puede admitirse como el respaldo de la sociedad vasca a los mecanismos políticos amparados por la Constitución.

Aunque es todavía pronto para efectuar un análisis solvente sobre las consecuencias políticas del voto emitido ayer, una primera impresión indica que el reparto de escaños (PNV, 32; PSE-PSOE, 19; HB, 11; CP, 7, y EE, 6) sitúa al lendakari en una posición especialmente delicada para formar un Gobierno monocolor. Aun pudiendo lograrlo, como lo hizo UCD en las Cortes Generales, ello le provocaría enormes dificultades a la hora de encarar los problemas planteados actualmente al Gobierno de Vitoria. La jornada de ayer demuestra que la sociedad vasca es menos monolítica de lo que una lectura superficial pudiera arrojar. El aumento del voto nacionalista moderado, el ascenso de los sufragios del PSOE y el retroceso, aunque no espectacular, de Herri Batasuna son indicadores de que cada día hay más ciudadanos en Euskadi que optan por fórmulas de convivencia.

Deducir, por lo demás, cómo hayan podido influir los atentados de la semana pasada en la decisión última del voto resultaría enormemente aventurado. Lo importante es suponer que la bipolarización esencial de los sufragios en torno al PNV y PSOE no ha de constituir el fiel reflejo de una radicalización coherente con la crispada campaña llevada a cabo por ambos partidos. Sus líderes tienen una grave responsabilidad ante sí: la pacificación de Euskadi, y cuentan con el apoyo de sus respectivos electorados. Es necesario trabajar por romper la dicotomía españolismo-nacionalismo de aquel país y contar con el mayor número de fuerzas políticas representativas a la hora de elaborar un consenso que permita esa pacificación deseada, y que pasa por un consenso real, y no sólo verbal, en las acciones contra el terrorismo de todo género.

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