Clima preelectoral en Cataluña

El PSUC afronta las elecciones como una prueba para el proceso de su recuperación

Encajonado entre un congreso del PCE, al que la delegación catalana asistió con fundados temores de ruptura, la próxima batalla del Congreso de Comisiones Obreras de Cataluña, que se anuncia mucho más que polémico, el silencio del candidato comunista a la presidencia de la Generalitat, Antoni Gutiérrez Díaz (El Guti), refleja la delicadeza de una situación en la que el histórico PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) se juega no solamente el futuro sino el propio presente.Tan dramática situación, fruto del delicado equilibrio que desde hace años mantiene la opción comunista...

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Encajonado entre un congreso del PCE, al que la delegación catalana asistió con fundados temores de ruptura, la próxima batalla del Congreso de Comisiones Obreras de Cataluña, que se anuncia mucho más que polémico, el silencio del candidato comunista a la presidencia de la Generalitat, Antoni Gutiérrez Díaz (El Guti), refleja la delicadeza de una situación en la que el histórico PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) se juega no solamente el futuro sino el propio presente.Tan dramática situación, fruto del delicado equilibrio que desde hace años mantiene la opción comunista tras la evidencia de que el país no podía reproducir el soñado esquema bipartidista a la italiana que Carrillo había acariciado al empezar la transición, se complementa con la aceptación íntima de los dirigentes del PSUC del resultado de determinado sondeo preelectoral que concede un máximo de siete diputados al partido en el próximo Parlament.

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En estas condiciones, el objetivo realista en que parecen concentrados los esfuerzos preelectorales comunistas consiste en asegurarse mínimos que puedan hacer factible un acuerdo de gobierno, o por lo menos un acuerdo de hecho, con un PSC (Partit Socialista de Catalunya) hegemónico surgido de los próximos comicios.

La teoría tropieza, sin embargo, con varios inconvenientes. En primer lugar, la posición del comité federal del PSOE, dispuesto a apoyar al PSC sólo hasta cierto límite y sin excesivos sacrificios. Un sacrificio excesivo podría ser un pacto visible con el PSUC. Esta teoría se está viendo reforzada en los últimos días por los resultados de una encuesta interna que otorga a Obiols la mayoría absoluta con la ventaja mínima de un solo diputado.

En segundo lugar, existe un posicionamiento general en el ámbito socialista catalán e incluso español que no contempla con excesivo entusiasmo la presencia de un eurocomunismo organizado y fuerte. En este aspecto los cerebros sociopolíticos del PSC prefieren la existencia de un Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC), ortodoxo y bien delimitado en un espacio electoral diferenciado, que un PSUC eurocomunista excesivamente próximo e incordiante.

Desde el PSUC, por otra parte, el espacio que se pretende ocupar es el del nacionalismo progresista y el de la auténtica izquierda del país. Pero este ámbito, para no quedar reducido a un simple eslogan, tiene la absoluta necesidad de acceder a alguna atalaya de poder. O, dicho de otro modo, a alguna cartera de la Generalitat. La oferta socialista de conceder, todo lo más, algunas pocas direcciones generales del Gobierno catalán resultaría insuficiente contraprestación para estas pretensiones.

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Finalmente, el estado de desánimo de la propia militancia, buena parte de la cual sigue afiliada más por pura cuestión de fe no practicante que de entusiasmo doctrinal, tampoco asegura una actitud combativa de las bases en la próxima campaña.

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