La lucha por el poder de la información

En 1976, cuando el ex ministro irlandés de Asuntos Exteriores y premio Nobel y Lenin de la Paz, Sean McBride, comenzaba, por mandato expreso de la Unesco, a preparar un documento sobre la información, era consciente de que estaba proporcionando a las grandes potencias un tema y un marco de discusión que en cualquier momento podría hacer saltar a alguna de las partes.No obstante, él mantuvo su tesis, corroborada por los datos recogidos en el informe que sería aprobado en la conferencia de Belgrado de 1980, de que existe un fuerte desequilibrio en el flujo de la información mundial y que muchos ...

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En 1976, cuando el ex ministro irlandés de Asuntos Exteriores y premio Nobel y Lenin de la Paz, Sean McBride, comenzaba, por mandato expreso de la Unesco, a preparar un documento sobre la información, era consciente de que estaba proporcionando a las grandes potencias un tema y un marco de discusión que en cualquier momento podría hacer saltar a alguna de las partes.No obstante, él mantuvo su tesis, corroborada por los datos recogidos en el informe que sería aprobado en la conferencia de Belgrado de 1980, de que existe un fuerte desequilibrio en el flujo de la información mundial y que muchos de los problemas de la Prensa provienen precisamente de la concentración del poder informativo en las agencias multinacionales.

Hasta este momento los conflictos que se planteaban en el seno de la Unesco, entre las grandes potencias, eran estrictamente de política exterior y de estrategia de apoyos a países en conflicto -como sucedió con la guerra árabe-israelí-; pero el informe McBride, que intentaba establecer un nuevo orden informativo mundial, planteó una de las luchas más sistemáticas y duraderas que se

han producido en la historia de la Unesco. En los últimos tres años el informe McBride ha influido en las principales discusiones.Para EE UU había cinco puntos del informe, que pretendía establecer un nuevo orden mundial de la información, que resultaban especialmente conflictivos e inaceptables "porque suponían el control directo de los Gobiernos sobre los medios de información y sobre los periodistas". Algunos países occidentales y organizaciones internacionales de prensa, como el Instituto Internacional de Prensa (IPI), apoyaron esta postura. Otros sectores defensores de las libertades democráticas también acogieron con recelo la letra expresa del proyecto McBride, al que apoyaban los países en vías de desarrollo y la URSS.

En tres años de discusiones, lo que en principio fue diseñado para ampliar los techos de libertad y desarrollo por medio de la información se convirtió en un foro de discusión de intereses y presiones políticas y de mutuas acusaciones, sobre todo entre las grandes potencias, conscientes del poder que se puede ejercer tanto proporcionando informaciones como ocultándolas. Las chispas volvían a encenderse cada vez que la Unesco pretendía discutir cualquier plan concreto para aplicar algún punto del informe McBride.

Las últimas discusiones se produjeron en la 22ª conferencia, celebrada en París el pasado mes de noviembre. En estas sesiones la delegación de Estados Unidos anunció formalmente que su país se retiraría de este organismo "si se ponían restricciones a la libertad de expresión". La discusión de la ponencia La comunicación al servicio de los hombres planteó con inusual virulencia el debate.

La última palabra de los delegados de EE UU fue que su país lucharía "contra la comunicación al servicio delEstado y contra la censura gubernamental". La Unión Soviética contestó con una condena al modelo de aquellos que tratan de imponer a los pueblos, como único modelo aceptable, la dominación del capital privado sobre los medios de información".

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