Violencia y muerte, notas repetidas en la temporada del fútbol argentino

En el momento de concluir en Argentina el último torneo oficial de fútbol correspondiente a la temporada 1983, no quedan en la memoria más que imágenes de horror. Nunca como ahora, en toda su historia, se estuvo tan cerca de hacer cierta la muletilla tremendista con la que siempre se juzgaron los clásicos desbordes pasionales: "El fútbol se muere". Los datos de la realidad indican que esto ya dejó de ser una tópica "ola de violencia". La muerte ganó todos los títulos.El 5 de enero, después del partide en el que el Boca le ganó al Quilmes 1-0, a la salida del estadio, en la tradicional y turíst...

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En el momento de concluir en Argentina el último torneo oficial de fútbol correspondiente a la temporada 1983, no quedan en la memoria más que imágenes de horror. Nunca como ahora, en toda su historia, se estuvo tan cerca de hacer cierta la muletilla tremendista con la que siempre se juzgaron los clásicos desbordes pasionales: "El fútbol se muere". Los datos de la realidad indican que esto ya dejó de ser una tópica "ola de violencia". La muerte ganó todos los títulos.El 5 de enero, después del partide en el que el Boca le ganó al Quilmes 1-0, a la salida del estadio, en la tradicional y turística calle "Caminito" -la del tango-, del barrio de La Boca, un grupo de aficionados del Quilmes apaleó desde un auto a un joven de 18 años, hincha del Boca. Otro adolescente que se encontraba cerca echó a correr, horrorizado, y murió de un ataque de asma.

Así empezó el año, que arrastraba consigo los muertos y heridos anteriores, porque aunque nadie pueda precisar el origen, ya van por lo menos dos años de sucesivos espantos. Desde entonces estallaron bombas en los vestuarios de los equipos visitantes. Un juez fue detenido camino al aeropuerto le bajaron del auto para apalearlo y le pusieron una pistola en la cabeza. La ejecución se intemimpió por la llegada de la policía. Otros árbitros salieron con la cabeza abierta y sangrante de los campos de juego. Bandas rivales se enfrentaron a la salida de los estadios. Se atacaroncon cadenas y manoplas de acero. A su paso asolaron los barrios de la ciudad, destrozaron vidrieras, saquearon negocios y robaron a los desprevenidos transeúntes.

Más muertos

El primer torneo, de los dos que se juegan por año, finalizó el 10 de junio. El Estudiantes de la Plata obtuvo el título en la cancha del Independiente. Mientras sus jugadores daban la tradicional vuelta olímpica alrededor del campo de juego, fueron apedreados desde la tribuna contraria. La policía reprimió con granadas lacrimógenas y disparos de bala. Los heridos desbordaron la capacidad de los hospitales cercanos; hubo dos muertos.El 3 de agosto Roberto Basile, 26 años, simpatizante del Rácing, murió poco antes de comenzar el partido que esa noche jugaban el Rácing y el Boca. Una bengala, disparada desde la tribuna que tenía enfrente, cruzó todo el campo y, se le clavó en el cuello. El 19 de octubre, después de jugado el derby más importante del fútbol argentino entre el River y el Boca en el estadio del Vélez, los hinchas del River le prepararon una emboscada a un grupo de simpatizantes del Boca. Explotaron bombas de fabricación casera y se hicieron disparos de bala. Cuando llegó la policía, un joven hincha del River quedó tendido, muerto, en el suelo. Al día siguiente, el cuerpo fue velado en el barrio de Lanús, donde vivía. El ataúd estaba envuelto en una bandera del River.

Cacería

El martes pasado, al terminar el segundo partido final por el torneo de la Segunda División, en el que el Chacarita obtuvo el ascenso a Primera, su banda de fanáticos, reconocida por su extrema peligrosidad, invadió el campo de juego y desde allí apedreó a los aficionados que seguían el partido desde las tribunas y plateas. La policía montada entró al campo y comenzó una cacería que se continuó hasta la noche por los alrededores del estadio. Por segunda vez en poco más de diez días -lo mismo había ocurrido en la última jornada de la Primera División-, la policía se vio obligada a retroceder ante la cerrada carga de proyectiles que les caía de todas partes, pero cuando reagrupó sus fuerzas, la represión fue también brutal e indiscriminada.Hasta el momento, las reacciones no han pasado de comunicados y sanciones no muy graves. El presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), que en mayo decía: "No son gente del fútbol, quieren usar la violencia para otros fines", se alarmaba en septiembre: "Vamos a eliminar la violencia de raíz, cueste lo que cueste y caiga quien caiga". Para reconocer al fin en diciembre su impotencia: "Los dirigentes hicimos lo que pudimos para luchar contra la violencia. Ahora todo queda en manos de la sociedad, ella dirá si el fútbol muere o vive". Sólo los árbitros tomaron una medida drástica. El 25 de noviembre decretaron una huelga general en repudio a la violencia. Siete días después se reunieron otra vez para decidir qué harían en adelante: habían sido apedreados nuevamente. Otra huelga, pero ya por tiempo indeterminado, se suspendió en el último momento ante el reclamo de los dirigentes. Faltaba sólo una fecha, y se les pidió un sacrificio más para que la AFA no se viera obligada a suspender el torneo. La decisión quedó en suspenso. Ahora el verano ofrece una tregua que dura poco más de un mes. Pero se equivocan quienes creen que bastará con esta calma superficial para que se serenen los ánimos.

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