Prosigue encarnizada la batalla por Badaui, sin que ninguno de los dos bandos avance

Ataques y contraataques se sucedieron ayer, por séptimo día consecutivo, en torno al campamento de refugiados de Badaui, sin que ni los fedayin leales a Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ni sus adversarios palestinos apoyados por la artillería de los Ejércitos de Siria y Libia consiguiesen realizar sobre el terreno avances sustanciales.

La guerra abierta interpalestina, que entró el jueves pasado en su tercera semana, parece eternizarse, sin que ninguna mediación árabe pueda poner fin al sitio de Arafat y de sus partidarios, en la ciudad liban...

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Ataques y contraataques se sucedieron ayer, por séptimo día consecutivo, en torno al campamento de refugiados de Badaui, sin que ni los fedayin leales a Yasir Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ni sus adversarios palestinos apoyados por la artillería de los Ejércitos de Siria y Libia consiguiesen realizar sobre el terreno avances sustanciales.

La guerra abierta interpalestina, que entró el jueves pasado en su tercera semana, parece eternizarse, sin que ninguna mediación árabe pueda poner fin al sitio de Arafat y de sus partidarios, en la ciudad libanesa de Trípoli, por palestinos rebeldes y tropas de las fuerzas armadas del presidente sirio, Hafez el Assad.Aunque los leales a Arafat hayan sorprendentemente conseguido el viernes de madrugada reconquistar parcialmente, bajo una lluvia de 7.000 bombas caídas en menos de 10 horas, el famoso campamento que habían perdido dos días antes, ninguno de ellos se hace ilusiones sobre el desenlace de una batalla desigual entre una milicia de 4.000 hombres enfrentada con varios miles de palestinos sublevados, una división y media del Ejército regular sirio y dos batallones libios.

Los milicianos disidentes, que no han respetado hasta ahora ninguna de las treguas pactadas, a pesar de las promesas formuladas en Damasco por sus cabecillas, Abu Saleh y Abu Musa -cuyo hermano Ishak Mussa Marjayuah murió el miércoles en una cárcel del sur de Israel-, a la comisión ministerial árabe de países del golfo que intentaron en vano llevar a cabo una mediación para poner un término a los sangrientos combates.

A pesar támbién de su intención, proclamada públicamente, de no invadir Trípoli, donde se ha refugiado Arafat, la ciudad es sistemática e innecesariamente hostigada por los cañones apostados en las colinas circundantes, como si se quisiese forzar a sus habitantes a pedir a gritos la salida de los hombres de Arafat para librarse de las explosiones.

A falta de un clamor popular, el principal dignatario de la capital del norte del país, que cuenta con más de 400.000 habitantes, el ex primer ministro Rachid Karame propuso el viernes desde Damasco un plan para salvar a su ciudad de la destrucción, en el que no se hace en absoluto eco de las condiciones puestas por el líder palestino para que su evacuación no permita, según sus propias palabras, a las tropas de Damasco "entrar en Trípoli para perpetrar matanzas".

Como ningún aliado del régimen baasista sirio ni ninguna potencia árabe ofrecen a Arafat una salida mínimamente digna, como la que acabó aceptando en agosto de 1982 el Gobierno israelí para obtener su retirada de Beirut, el viejo líder repite en la ciudad cercada a todos los periodistas con los que se cruza que "luchará hasta el final", que "no tiene otra opción".

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Luchar hasta el final puede costarle la vida a Arafat, que ya estuvo a punto de morir cuando los proyectiles caían estos días en las inmediaciones de su cuartel general de Zahrieh, en Trípoli, y que, según algunas fuentes, había sido ligeramente herido en la mano derecha, que lleva ahora vendada.

Pero el fallecimiento o la desaparición política de Arafat, no parece preocupar a Washington, y aún menos a Tel Aviv su firme esperanza de que el rey Hussein de Jordania se atreva ahora, sin el; aval de la OLP, a participar en una negociación sobre el porvenir de los territorios de Cisjordania y Gaza ocupados por Israel.

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