El 'toro de la vega', un rito celtibérico

Las fiestas de Tordesillas no se conciben sin el toro de la vega, un rito medieval directamente entroncado con las costumbres de las tribus celtibéricas que poblaron la meseta. Ni un solo año ha faltado este espectáculo, que cuenta con tantos detractores como partidarios. Para los primeros es "una salvajada que no tiene por qué mantenerse en pleno siglo XX"; para los segundos, "un festejo ancestral que conserva en toda su pureza los primitivos alanceamientos de toros". "Si algún Gobierno o autoridad local decidiese suprimir esta costumbre, se organizaría una auténtica revolución en Tordesillas...

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Las fiestas de Tordesillas no se conciben sin el toro de la vega, un rito medieval directamente entroncado con las costumbres de las tribus celtibéricas que poblaron la meseta. Ni un solo año ha faltado este espectáculo, que cuenta con tantos detractores como partidarios. Para los primeros es "una salvajada que no tiene por qué mantenerse en pleno siglo XX"; para los segundos, "un festejo ancestral que conserva en toda su pureza los primitivos alanceamientos de toros". "Si algún Gobierno o autoridad local decidiese suprimir esta costumbre, se organizaría una auténtica revolución en Tordesillas", añaden.Los tordesillanos veneran su toro de la vega, hasta tal extremo que muchos de ellos llevan en sus carteras la fotografía del animal que se correrá el martes siguiente al 8 de septiembre con la misma unción que soporta la de la novia., El ayuntamiento suele curarse en salud y compra dos toros por si alguno fallara. Este año hubo que matar a tiros al morlaco anunciado, porque el animal se salió del cercado el pasado lunes y se rompió una pata. Inmediatamente, la comisión de festejos adquirió otro por 290.000 pesetas.

L

M. DE DIOS, Valladolid

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El rito congrega en la margen izquierda del Duero a miles de personas. Al animal, que debe pesar entre 500 y 600 kilos, se le suelta en la plaza, -desciende por las calles, atraviesa el puente, en plena carretera Madrid-La Coruña, y cuando supera las empalizadas penetra en el campo del torneo. Hasta entonces nadie puede ir contra él. Una vez que llega a la vega y se halla a campo abierto comienza su sacrificio. Sólo podrán alancearlo mozos a pie, provistos de la antigua lanza castellana de siete varas y media de longitud, o jinetes con garrocha.

Unos y otros intentan matar al toro de un lanzazo. Los caballistas hiriéndole, mientras van con sus cabalgaduras al galope;, los de a pie, clavando su rodilla en tierra y esperando con la lanza apoyada en el suelo la acometida del animal. Si el toro llega a la vega del Zapardiel, a unos cinco kilómetros de Tordesillas por la carretera de Salamanca, salva su vida. Casi nunca lo consigue. Quien lo mata recibe un trofeo -la lanza de oro- que exhibirá con orgullo ante sus paisanos como símbolo de virilidad y arrojo. Antes, el premio era más simbólico y bárbaro: los testículos del toro, que su matador ensartaba en la punta de la lanza.

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