Malestar en Portugal por la decisión de Soares de pedir la destitución del general Dos Santos

La decisión de Mario Soares de pedir al presidente Ramalho Eanes la destitución del general Amadeo García dos Santos del cargo de Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra agita los medios políticos y militares portugueses. La iniciativa del primer ministro socialista pone una vez más en evidencia el problema de las relaciones entre el Gobierno portugués y la presidencia de la República, pero suscita también muchos interrogantes acerca de las condiciones de los líderes de los dos partidos de la coalición gubernamental ante las elecciones presidenciales de 1985.Nadie pone en duda la legitimid...

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La decisión de Mario Soares de pedir al presidente Ramalho Eanes la destitución del general Amadeo García dos Santos del cargo de Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra agita los medios políticos y militares portugueses. La iniciativa del primer ministro socialista pone una vez más en evidencia el problema de las relaciones entre el Gobierno portugués y la presidencia de la República, pero suscita también muchos interrogantes acerca de las condiciones de los líderes de los dos partidos de la coalición gubernamental ante las elecciones presidenciales de 1985.Nadie pone en duda la legitimidad de la decisión política del Consejo de Ministros. Así lo reafirmó el general García dos Santos en dos ceremonias militares realizadas en los últimos días en Portugal.

El Gobierno utilizó las competencias que le atribuye la Constitución y la ley de Defensa de 1982 para pedir la sustitución del General García dos Santos y mantener en funciones a los demás miembros de la Junta de Estado Mayor.

Los problemas surgen con la oportunidad y la forma escogidas por el poder ejecutivo.

El presidente Eanes, que tiene competencia exclusiva para destituir y nombrar los altos mandos militares, a propuesta del ministro de Defensa, fue colocado en presencia de un hecho consumado, circunstancia agravada por la "fuga de información" que permitió que la noticia fuese divulgada por la Prensa tres días antes de su confirmación por la presidencia de la República y en vísperas de la conmemoración del Día del Ejército.

Consciente del malestar que la destitución de su jefe durante las ceremonias castrenses iba a provocar entre los militares, el Gobierno de Lisboa optó por negar la noticia dando lugar a un ambiente de confusión que complicó aún más la situación.

Hace dos semanas Mario Soares había comentado a este periódico que la decisión acerca de la sustitución o no de los altos mandos militares debía ser tomada por Carlos Mota Pinto en su calidad de ministro de Defensa. El jefe del Gobierno portugués manifestó entonces la opinión de que no se justificaba una decisión urgente: el jefe de Estado Mayor general alcanzará en febrero próximo el límite de edad, oportunidad que podría ser aprovechada para un relevo completo o parcial de las jefaturas militares. El único hecho nuevo verificado entre tanto fue una campaña desencadenada por la extrema derecha portuguesa a propósito de un comentario del general Milo Egidio, jefe de Estado Mayor general, acerca de Ias naturales perturbaciones" que un cambio de mando produce siempre en la máquina militar, declaraciones que fueron presentadas como una manifestación de insubordinación en relación al Gobierno. Provocado por el ministro de Defensa, el general Melo Egidio rectificó públicamente el alcance atribuido a sus palabras.

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